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"Nuestro camino no es el conflicto"

Carmelo Ramírez cambia de partitura al terminar su trabajo como auxiliar de la primera plantilla de la UD Las Palmas. En su juventud le cautivó el equilibrio y la armonía de Steven Seagal en las primeras películas; hoy es uno de los cuatro instructores de Aikido en la capital grancanaria

  • GENTE CON DUENDE
  • 17/09/2014 - 20:19

Manuel Borrego

Cuando Carmelo Ramírez Santos (Santa Brígida, 30 de diciembre de 1972) termina sus funciones en la UD Las Palmas, como auxiliar del equipo profesional, se transforma. Se enfunda un kimono y el hakama, este último prenda samurái; se quita los zapatos y hace una reverencia ante un retrato en blanco y negro de Morihei Ueshiba, maestro fundador del Aikido. Él ya luce esa falda-pantalón tradicional de los guerreros nipones porque es un avanzado en el arte marcial que neutraliza su vida; le da sentido y equilibrio.

Carmelo pasa por ser la persona más positiva que conoce el vestuario de la UD Las Palmas. El Aikido lo lleva en las entrañas, sus raíces están en él muy profundas, pero aún no ha encontrado el destino porque "esta actividad y su filosofía es un estudio constante, nunca acaba". Desde hace diez años es uno de los cuatro instructores que desarrollan este aprendizaje en la capital grancanaria, con un puñado de alumnos en su caso que supera la veintena. Se cita con Tinta Amarilla en el colegio de Los Tarahales. En un salón con 37 colchonetas es donde realiza su clase en la tarde de los miércoles. "Recuerden: el camino en la vida no es el conflicto. El Aikido no es un arte marcial para romper brazos o participar en disputas; lo usamos para evitarlas", recalca a sus atentos alumnos, que desenvuelven la hora y media de clase en un respetuoso silencio.

Carmelo cambia el rol en ese momento. Con una sonrisa, él es quien da las órdenes o, mejor, coordina la actividad de sus aprendices. Esa ruta también le tocó transitarla. Desconocía en su juventud qué era el Aikido hasta que las primeras películas de Steven Seagal le cautivaron. "Las primeras, solo las primeras, porque me encantó aquella forma de realizar los movimientos, su armonía y su equilibrio. En las películas podías ver esa filosofía que estaba buscando: el respeto hacia la persona". El cine fue solo el anzuelo. Empezó con 19 años en el jiu jitsu, porque "entonces no había Aikido en Gran Canaria. En Tenerife, en cambio, era al contrario porque allí el británico Maestro Gordon hizo escuela en Aikido. Sin embargo, pasado un tiempo, se produjo un intercambio y pude adentrarme en el Aikido en 1994, cuando tenía 21 años. Mi primer contacto se produjo en el Gimnasio Gran Canaria, que ya no existe. Hoy es un chino en León y Castillo".

El Aikido no es deporte de competición ni tampoco ha logrado en Gran Canaria ser una actividad de multitudes. El utillero de la UD Las Palmas posee el tercer dan y en 2014 se examinará para el siguiente grado. Cada escalón se supera en cuatrienios, con jurados especializados y citados para la ocasión. "Aprenden Aikido personas de cualquier condición, entre los más jóvenes de 20 años hasta el mayor de todos, que tiene sesenta y es médico", nos subraya. "Sean agradecidos", les comentaba a sus discípulos; "en la vida hay que serlo siempre con todo el mundo. La gratitud es parte de una ley mágica en nosotros. Debemos ser sinceros y honestos ante nuestros rivales o en el aprendizaje con nuestros compañeros".

Sobre el tatami o las colchonetas, Carmelo les enseña a danzar en armonía utilizando la fuerza que emplea el rival. Sus armas sos brazos sincronizados y en conjunción con una agilidad natural en el movimiento de piernas; una espada de madera (boken) o el cuchillo de madera (tanto) son los elementos complementarios.

No hacer daño

"El secreto es mantener nuestra gravedad frente a la posibilidad de desequilibrar a un contrario al que no queremos hacer daño. Siempre, a través de la técnica, encontraremos ese momento". A ese mensaje le incorpora otro de rango superior: "lo bonito del practicante de Aikido no es que dependa de lo físico. La velocidad o la potencia no es importante tampoco. El físico se va a agotar con el tiempo, se deteriora. La madurez, sin embargo, puede darnos más durante más tiempo. Por eso este hombre (señala a Ueshiba) estuvo enseñando hasta los noventa años. Su virtud era la experiencia".

"Nuestro objetivo es no hacer daño; es agotar al contrincante. Se evita el enfrentamiento pero si éste es inevitable, nos defenderemos reconduciendo la situación ofensiva de nuestro rival sin hacerle daño", insiste. "Yo soy el centro de gravedad y tú giras en torno a mí, como el centrifugado de una lavadora".

De un drama, un aprendizaje

Escucharle en aquel aula da sentido a la manera de ser de un hombre que niega la negatividad y transmite su filosofía a quien está a su alrededor, incluso a sus hijos o los jugadores de la UD Las Palmas con los que comparte muchas horas de vuelo. "Ellos me preguntan en los aviones qué es lo que estoy haciendo. Porque observo vídeos sobre técnica; aprovecho el tiempo en los viajes. El Aikido es aprendizaje siempre, no acaba".

A la derecha, Carmelo Ramírez con Paco Herrera en un encuentro de la vigente temporada (C. Torres)

"El hombre tiene una doble tendencia natural de respuesta ante el miedo, en todas las facetas de la vida", añade Carmelo. "Se paraliza y entra en estado de pánico o reacciona de forma desproporcional, quizá peor que la fuerza que le amenaza. El Aikido te ofrece la posibilidad de tener una respuesta proporcional y controlada. Te permite mantener el equilibrio siempre, en cualquier circunstancia", vuelve a subrayarle a sus atentos oyentes.

Esa filosofía vital le ha ayudado a sobreponerse al célebre 22 de junio, el día que él mismo y todo un colectivo de profesionales del club representativo de Gran Canaria vivieron uno de los episodios más duros de su historia. "Siempre soy positivo en todas las cosas que suceden en la vida. Mis primeras palabras y, así se las transmití a los jugadores cuando hablamos de ello, fue el pensar que si había pasado todo aquello un día Dios me iba a decir por qué y para qué había ocurrido".

"Todos hemos cambiado desde el 22 de junio; y para bien"

Esas respuestas, apenas tres meses después, cree Carmelo tenerlas en las manos porque "todos hemos cambiado desde el 22 de junio; y para bien. De los errores que pudieron cometerse antes de aquel día se aprendió muchísimo. Y si un día logramos el objetivo agradeceremos que aquello ocurriera porque tendremos mejores raíces para seguir adelante".

Una persona con tan exquisito autocontrol pasó inadvertida aquella tarde frente al Córdoba, sin utilizar ningún tipo de mecanismo defensivo salvo su propia sabiduría. "En el instante en que Ulises Dávila marcó el gol se hizo en mí un silencio. Estaba contemplando una pesadilla siendo consciente de que era realidad. Es difícil de explicar: no podía creer lo que estaba viendo, aún sabiendo que había ocurrido". Carmelo se acercó con tranquilidad a algunos de los asaltantes del recinto de juego: "¿Qué están haciendo?, les dije. Y me percaté que muchos de ellos no eran conscientes de lo que había ocurrido en realidad. Estaban enloquecidos, fuera de sí. Me decían que estaban celebrando el ascenso de Las Palmas y que querían un recuerdo de los jugadores, una prenda. Les dije: miren el marcador, no hay ascenso, empató el Córdoba. Ni se habían dado cuenta. Y entonces algunos se echaron a llorar. Esa imagen y otras no las podré olvidar".

Ni en uno de los momentos extremos de su vida, Carmelo perdió la perspectiva. "Adoro el Aikido, pero nunca lo he utilizado. Ni siquiera ese día".

El maestro Carmelo Ramírez, con sus alumnos en los Tarahales (Reportaje gráfico: C. Torres)


Blog de Carmelo Ramírez, club de Aikido Tomodachi (aquí)

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