La contracrónica

Jugadores como sombras

Por Manuel Borrego

Las dos películas más taquilleras de la pasada temporada están pendientes en el calendario final de 2016-17: Atlético de Madrid (28.515 espectadores en el Estadio de Gran Canaria) y el FC Barcelona (26.951). La agenda de la UD ha sido caprichosa y ha querido que su peor momento en años coincida con estos partidos, con muchas cosas en disputa y la dignidad del equipo grancanario en juego.

En Cádiz habrían dicho de sus amarillos que, con actuaciones como las más recientes, merecían ir con su fútbol chirigotero al Teatro Falla. La realidad es que esto es una muerte anunciada, un devenir acaecido paso a paso con clara exhibición en el terreno futbolístico.

Porque el resultado es lo importante. Luis Aragonés trataba de explicar el alma del fútbol con su célebre símil. "Cualquiera es capaz en el fútbol de hacer un reloj de madera. Y encima funciona", decía. Ese funcionamiento está en la cabeza de los futbolistas, en el crédito que tengan con quien les gobierna y el respaldo de los resultados. Y si éstos (los marcadores) no llegan, la tendencia es la decadencia, la pérdida de confianza y la duda, que es la cara del peor enemigo. El resultado es lo menos importante sin duda en el fútbol formativo. Lo entienden hasta los alevines. En el plano profesional, los resultados sí son innegociables, de lo contrario no habría ascensos, descensos, campeonatos, fiestas y frustraciones. No se ejercería el cese a los técnicos cuando la nave va proa al marisco.

La plantilla de la UD Las Palmas está ahora en el lado oscuro de la luna. No obtiene resultados, no transmite sensaciones, no es capaz de desarrollar su fútbol y, cuando lo hace, no tiene sentido. Los jugadores son sombras, ni se parecen a lo que el club había propuesto con ellos. Y para colmo, en la jornada 34 el equipo amarillo sale a un partido cambiando el denominado ‘innegociable' modelo de su fútbol. Lo intentó este miércoles a base de pelotazos desde el fondo en una etapa inicial del encuentro. Pero la confianza del jugador ya no es la misma. Ni la del técnico. Cualquier cosa que pueda intentar ahora está sembrada por la bacteria nociva de la duda.

Las ruedas pinchadas del Ferrari. El Ferrari amarillo, el que se compuso en el mercado de invierno porque había razones para soñar, es hoy un vehículo del montón. Y de los malos. La frustración, las ilusiones rotas de los futbolistas, se reflejan en el juego. La segunda vuelta habría sido un calvario sino fuera porque en Pamplona, Granada y de momento en Gijón están más perdidos que el barco del arroz. La gran mentira de esta temporada es la clasificación. No siempre estará en el listón de los treinta puntos la salvación de categoría. El previsible equipo de la UD Las Palmas, que no ha sabido evolucionar ni su gobierno ha hecho por ello de forma efectiva, estará en Primera División. No lo hará como un hecho festivo, sino como alivio del tuerto en el país de los ciegos.