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Opinión

  • El CB Gran Canaria fue un aprendiz de lujo desde el día que partió de Rabadán para dejar de ser en exclusiva la sección de baloncesto del Colegio Claret. Trató de evitar errores que pudieron cometer los clubes de deportes de sala que le precedieron en la capital grancanaria y que les llevó a su desaparición. Se fijó bien en ellos y esquivó aquellos obstáculos, que la historia demostró que eran insalvables. Se aferró al efecto de la medalla de plata de los JJOO de Los Ángeles 1984 para crear escuela en la capital grancanaria, entusiasmada en aquel momento por una expansión de la canasta. Y más tarde, cuando logró incluir su nombre en las primeras divisiones nacionales, se fijó en la UD Las Palmas. Primero para adherirse cual rémora y lograr, arrastrado por la popularidad del club de fútbol, convertirse en Sociedad Anónima Deportiva a la sombra del Cabildo de Gran Canaria. Fue la excusa perfecta para convertirse luego en el delfín cabildicio. Y 22 años después se instala en un nuevo templo que se ha construido teniendo como argumentos de mejora no imitar errores históricos como los que aún padece lo UD Las Palmas tras once temporadas de estancia en el Estadio de Gran Canaria. Los rectores del Gran Canaria han sabido seguir la huella buena pero eligiendo el camino correcto en los cruces. Pista y asientos, canchas auxiliares ya construidas, club en la sede deportiva, ... todo. Hasta el 'pío-pío' creado por Fernando El Bandera en las gradas del Insular ahora es muy suyo, muy identificativo. Como decían sus propios jugadores extranjeros, disfrutando del 'pío-pío Palace'.

    Este 1 de mayo se convierte en un momento cumbre en la historia del club de la ACB. Perdió su partido, como aquel día contra el Maristas en el Centro Insular; eso es sólo una anécdota. A partir de ahora y hasta que el Gran Canaria Arena tenga velocidad de crucero, se encontarán todos los 'peros' que deja la instalación. El Instituto Insular de Deportes está dispuesto a escucharlos aunque deja poco margen para una crítica abundante porque las sensaciones del recinto de Siete Palmas empiezan como sus propias prestaciones: potente. Como escenario no le encuentran defectos, sí vírtudes, jugadores y la mayoría amplia de aficionados se han volcado sus impresiones. Todo está servido en bandeja para que el club que inició casi como un grupo de amigos alcance una órbita muy lejana, rectificando esta vez con sus propias correcciones. Quizá un día sea la UD Las Palmas la que pueda tomar nota y aprender también de tan ilustre y privilegiado aprendiz.

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