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Opinión

  • No es la primera vez esta temporada, pero en esta ocasión tenía un calado especial. Cuando Nauzet Alemán fue retirado del campo en la segunda parte este domingo, en el transcurso de un partido somnoliento, los casi 16.000 del Estadio de Gran Canaria despidieron al jugador grancanario con una ovación que se hizo escuchar por larga y por sincera. Es ese mismo jugador, hace apenas un año pitado, pero que antes y ahora está comprometido con este proyecto al que regresó para llevarle al sitio que ya conoció con el Real Valladolid. Sigue en ello con su carácter indómito que está al servicio de su fútbol imprevisible. O viceversa.

    Nauzet es un caso singular en la actual plantilla. Está en un constante centrifugado; por sus buenos detalles futbolísticos o por las cosas que le ocurren estando alrededor el colectivo arbitral. En su estado de forma actual no tiene rivales, sí en cambio enemigos que en lo extradeportivo pueden hacerle descarrilar, como ocurrió recientemente. El Nazuet futbolístico es un jugador determinante porque ya lo ha demostrado decenas de veces y ése es el que debe vencer esta batalla. La afición lo sabe y quizá por ello le ha mimado en un momento en que quiera o no, de forma voluntaria o inducida, su nombre acababa en grandes titulares. La grada le hizo saber que está con él y que le ha comprendido.

    Marcó al Racing su octavo gol de la presente Liga (lleva también cinco asistencias convertidas por sus compañeros). Pero aún está por venir lo mejor. Ese es el jugador por el que tanto se apostaba y el que Paco Herrera ha desenredado. La UD no necesita que cambie; necesita que aún mejore.

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