OPINIÓN
Lo primero que pudo comprobar Diego Martínez al aterrizar Gran Canaria fue el doble vehículo en el que viaja la UD Las Palmas en el transcurso de la campaña actual. De una parte, como él mismo confesó, recibió una oleada de mensajes de optimismo que le trasladan desde la organización directiva del club. Ha aceptado la propuesta que ha calificado como un “desafío en mayúsculas”, sin ocultar el grado de dificultar.
En esa misma carretera podrían situarse los mensajes que ha recibido por parte de los aficionados que siempre están en primera línea con sus tarjetas de bienvenidas al club. Le ha ocurrido a Martínez lo mismo que en su momento a Paco Herrera, Sergio Lobera, Pepe Mel, García Pimienta o el mismísimo Luis Carrión, al que le ha faltado decir adiós. Al menos de momento.
Pero también Martínez se percató que en el perímetro del equipo hay un ambiente de pesimismo que, por inercia, él mismo va a tener que desmontar con su trabajo. Y el de sus colaboradores técnicos. Hasta el punto que en su presentación, atendiendo a las preguntas que le llegaban con el polo ‘-‘ en su carga, llegó a decir lo siguiente, tomando nota de todo:
“Lo primero que haré es no hablar así (en tono de frustración). Porque si lo hago estamos jodidos. Si les digo a los jugadores que hagan lo que hagan esto no va a cambiar … Todo suma. No sé qué es el factor determinante. Hay que sumar muchas cosas hechas muy bien”.
Y añadió sobre las palabras pesimistas: “Lo voy a apuntar. Hay que cambiar el lenguaje e intentar pequeños pasos para poco a poco ir mejorando. No tiene que ver todo con la gestión del entrenador. Solo somos facilitadores, colaboradores. Los jugadores tienen que pasar por procesos, que cuando podamos superarlos … podemos ser algo muy fuertes. Me estimula dar la vuelta a este proyecto, aunque sé que el camino es fuerte y duro. Y eso no se cambia en un momento”.
Ahora mismo, en los primeros días desde su llegada y quedando mucho tiempo hasta llegar a Mestalla, Martínez y sus tres técnicos auxiliares deben de arribar al vestuario con viento fresco y cambiar el discurso del pesimismo. En algunos futbolistas sí se había detectado este mal añadido en los últimos partidos, hablando de una losa y exhibiendo en público una ansiedad por los resultados.
Pero hay una segunda parte de su primer mensaje que también va dirigida a la población que sufre desde fuera de la línea de cal. La unidad es el arma primera que debe restablecerse. Si él, como nuevo líder de la nave, ha llegado con ilusión y desde sus conocimientos del descifrado del deporte comprende que hay una salida, merece la pena no seguir poniendo cortinas en el camino sino linternas.
A nuestro juicio, en la situación actual, merece la pena fijarse en las palabras y conceptos más repetidas en su primer discurso por el entrenador vigués: “tarde ilusionante, desafío, podemos llegar a la jornada 38, poco a poco, optimismo, sacar rendimiento, revertir la situación, es un estímulo, hay talento, necesitamos trabajo y paciencia, las fortalezas del club son diversas, … esto es labor de todos”.
Y de fútbol, ya habrá tiempo para hablar en profundidad.