OBITUARIO
* Luchador, futbolista, técnico, presidente federativo y del San José, periodista y canario apasionado
Echaremos de menos el hablar sencillo de Pepín Ruano Pérez (Las Palmas de Gran Canaria, 29 de septiembre de 1940). El polifacético deportista, dirigente e informador, estudioso de la lucha canaria para más concreción, ha fallecido en Gran Canaria yéndose con él un trozo de la memoria deportiva de la isla.
Pepín fue desde joven un hombre cargado de iniciativas. En realidad, su campamento base vital era la lucha canaria, en la que llegó a ser puntal A en una época dorada de bregadores con protagonismo mediático junto a su hermano Miguel. Coincidió con el gran Santiago Ojeda, tras un inicio en Adargoma, larga etapa en el Vencedor -donde llegó a ser su capitán-, pasos por Sardina, Mogán, Los Guanches y final de nuevo en el club de San José. Tuvo que retirarse en 1975 por una lesión de rodilla.
Pero ahí no acabó su inmersión en el mundo del deporte, practicando halterofilia, atletismo e, incluso, probándose como delantero centro en el desaparecido Rehoyano y el Sporting de San José. En este centenario club llegó incluso a ser presidente, tras un primer relevo en el cargo de Lorenzo Olarte. Incluso fue entrenador regional, probándose con el Castillo.
Pepín Ruano era incansable. Y, especialmente, amaba la lucha canaria. Fue incluso presidente de la junta gestora federativa de la provincia de Las Palmas en 1981 y años después dejaría parte de sus memorias en un libro realizado con pasión sobre ‘Lucha canaria: Historia, mañas y vivencias’, que llevó su firma.
Pero había más. La Asociación de la Prensa Deportiva de Las Palmas homenajeó a Ruano Pérez en 2001 por su dilatada labor, colaborando en radio, televisión y prensa escrita. Tenía ese gen divulgador del periodista de raza y lo aderezaba con su amable carácter, incapaz de dar un no o elevar una palabra sobre otra.
A Pepín Ruano, ya en su jubilación, se le veía en cualquier lugar donde pudiera disfrutar de lo nuestro. Podría ir a las gradas de la UD Las Palmas como a las del Anexo, para seguir a los nuevos valores de filiales. Quería saber todo de primera mano. En el mismo día si terciaba pasaba por la Avenida Marítima para comprobar cómo se habían comportado los botes -suya era la vinculación con el San Cristóbal, quizá por la cercanía con el barrio de San José-. O bien acabar la jornada en el frío cemento de un terrero, en la capital o en los destinos de los distintos municipios de la isla. Allí estaba Pepín echando de menos a los grandes estilistas que llegó a aplaudir de niño cuando iba con su padre a las luchadas de la época. La admiración por Camurrita era quizá una seña identitaria de gustos y del club franjirrojo que impregnó su inicio y final deportivo.
Pepín Ruano dice adiós a su manera, como siempre: Sin hacer ruido.