YOLANDA DOMÍNGUEZ

La primera puntal de lucha canaria
Manuel Borrego
Manuel Borrego
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08/03/2024

Un grupo de seis deportistas salió por primera vez al terrero en 1974, componentes de un pionero equipo grancanario objeto de críticas hirientes. "Soportamos comentarios y miradas", pero "sabíamos que estábamos derribando barreras"

Fotos: C. Torres / Archivo personal Yolanda Domínguez

 

Un puñado de apenas seis deportistas de Gran Canaria tuvo el arrojo de salir en 1974 por primera vez a un terrero de lucha con ropa de brega. Ellas eran las componentes del Grupo Tirma, de la capital grancanaria, convertidas en luchadoras pioneras del vernáculo deporte.

 

Pero aquellos inicios, que cabalgaron cerca de la llegada de la democracia a España, no fueron sencillos ni cómodos. “Tuvimos que soportar muchos comentarios y miradas. Algunas calificaciones hirientes como machangas, machonas o payasas. Éramos en realidad unas niñas que queríamos hacer deporte y no nos importaba lo que se decía a nuestro alrededor. Pero he de decir algo también: Las personas que acudían a los terreros a vernos nos respetaban muchísimo, algo que no sentimos de lleno con los federativos de la época”.

 

Quien tiene ese recuerdo aún fresco es Yolanda Domínguez del Pino  (Las Palmas de Gran Canaria, 12 de julio de 1961). Ella estaba en aquel grupo de los años setenta que puso por vez primera a la mujer canaria en un círculo de arena, para demostrar que el arte de la brega no tenía exclusividad asociada al sexo. “Yo era la más pequeña del grupo, con 13 años de edad. Pero también la más bajita y gordita; sin embargo la lucha canaria se me dio tan bien que fui la puntal del equipo. Siempre era la última en salir a luchar. Tenía la capacidad de inventar mañas sobre la arena y la gente me decía luego que aquella acción tenía un nombre. Por ejemplo, la cogida de muslo y el toque p’atrás. Al final fueron mis recursos favoritos en las luchadas”.

 

 

Laura Gámez, figura clave

 

Las primeras luchadoras de Gran Canaria giraron en torno a una figura: Laura Gámez. “Era profesora, también mi vecina, era luchadora y me reclutó para la lucha canaria invitándome a formar parte de su equipo. A ella le encantaba cualquier actividad deportiva y, de haber vivido esta etapa, habría sido una líder con un mayor calado social que en su época. Laura tuvo que dar la cara por todas nosotras, sentarse en una mesa de hombres para defender la lucha canaria femenina. Tuvo que hacer muchas cosas hasta que finalmente acabó aburrida. Pero sin ella no se podría hablar del primer equipo femenino de lucha canaria. Ese fue el Tirma”.

 

A Yolanda se le conocía con varios apodos deportivos. “Como jugaba también al fútbol, me llamaban Zoco … por comparación con el futbolista del Real Madrid. Y en la lucha canaria me decían Catire, porque tengo un primo hermano (Juan Carlos del Pino) que luchaba con ese nombre en el Adargoma. Participé en otros deportes, pero aún hoy he de decir que la lucha canaria fue la que me cautivó. La tuve que abandonar pronto por una lesión. Pero al rememorar ahora aquellos días siento con orgullo que mis compañeras y yo hicimos algo que quedó para siempre. Ponernos una ropa de brega era algo tremendamente emocionante. Y salir a la arena a luchar, con las gradas llenas de aficionados esperándonos, era una sensación única. Sentíamos que pese a las críticas recibidas nosotras estábamos derribando barreras”.

 

El apoyo fiel de mi padre

 

Uno de sus trofeos personales está también en el baúl de su memoria: La cara de orgullo de Manuel Domínguez Peraza, su padre, cuando iba a verla a los terreros a luchar. “Él me apoyó, fue el mejor hombre que he conocido. Respetó todas mis decisiones y estuvo ahí para que yo pudiera llevarlas a cabo, especialmente en el tema de la lucha canaria. La imagen que conservo es verle de pie en las gradas, mirándome mientras todo el público me ovacionaba y yo recorría el terrero recogiendo el dinero en un acto que es tradicional. La gente le decía: ¡Vaya hija que tienes!”.

 

Yolanda tampoco olvida su mejor luchada y la respuesta del público en pie para premiarla. “Recuerdo perfectamente la cantidad y donde guardé el dinero. Ese día llegué a recaudar en monedas 1.750 pesetas, que era muchísimo dinero en aquella época. Fue el día de mi lesión … Si hubiese tirado a la última rival me habría llevado mucho más, porque varias personas me dijeron que me daban 500 pesetas si lograba el triunfo”.

 

 

El Adargoma, un club padre

 

“La lucha canaria femenina de aquella época no era una lucha de competición sino de exhibición”, puntualiza. “A nosotras nos convocaban para salir al terrero antes de las grandes luchadas de entonces. Teníamos una gran relación con el club Adargoma, que nos daba la ropa de brega y también nos facilitaba la ayuda de sus técnicos. El Adargoma era como nuestro equipo padre, el club representativo. Nosotros nos sentíamos como integrantes de ese club. El mismísimo Camurrita nos enseñaba en los entrenamientos, aunque nuestro preparador era Paco González.Había un espíritu de colaboración para que aquel proyecto de la lucha canaria femenina saliera adelante”.

 

“En la etapa del Régimen (anterior a la democracia) había gente retrógrada junto a otras más liberales. Los primeros nos llegaban a decir si no nos daba vergüenza lo que estábamos haciendo, acompañadas por palabras feas, como machangas o machonas. Solo eran unos pocos”, explica. “Eso no ocurría con los federativos, pero sí notamos en que el apoyo era relativo, siempre había algún obstáculo” para la lucha canaria femenina.

 

“Laura fue la primera y la única mujer federativa.  No entró por casualidad; batalló durante mucho tiempo para que la lucha canaria femenina tuviera su propio espacio. Se reunía con ellos, pero tenemos la impresión de que a Laura Gámez no la tragaban. Hasta que consiguieron lo que querían: Aburrirla”, expone en una valoración personal. “Cuando salió el otro equipo, el de Agüimes, nos sentimos marginadas. No sé por qué todas las facilidades eran para ellas”.

 

Un desengaño televisivo

 

Uno de esos detonantes fue la presencia de las luchadoras femeninas en una exhibición de 1976 en el ‘1, 2, 3 responda otra vez” de Televisión Española. “Nos habían dicho que íbamos nosotras (las del Tirma) a realizar la exhibición. Incluso se lo llegué a comentar a mi madre, porque nos íbamos a Madrid … Y de buenas a primeras, algo pasó en la Federación con las condiciones expuestas por Laura que nos apartaron del viaje. Al final, las que salieron en televisión fueron las del Guayadeque”.

 

La felicidad de las niñas luchadoras del Tirma era “montarnos en una guagua e ir a los pueblos de la isla a realizar nuestras exhibiciones. No recuerdo que hubiese luchadas propuestas con algún club de Tenerife. Lo importante no es qué club fue el primero de Canarias, sino el haber surgido un grupo de deportistas que se empeñaron en luchar a pesar de los obstáculos que encontramos”. Por todo ello, la “pionera no es un equipo o una luchadora en concreto. La mujer pionera en la lucha canaria es Laura Gámez. Era una persona íntegra, con un orgullo sano y se callaba todos los problemas. Se encargaba en solitario en solucionar todo. Para mí fue una mujer de bandera”.

 

 

La luchada que le salvó la vida

 

“Mi última luchada no la puedo olvidar. He de decir de antemano que la lucha canaria acabaría salvándome la vida por lo que allí ocurrió”, precisa Domínguez. “El encuentro era de exhibición entre el Tirma y el segundo club formado en la isla, el Guayadeque de Agüimes. Ellas iban ganando y me tocó salir a bregar. Fui eliminando a rivales hasta la última brega, en la que se decidía la victoria. Me acuerdo que al coger el pantalón de la luchadora no pude hacer movimiento alguno. Porque sentí un dolor horrible en el estómago que me impidió seguir. Le solté el pantalón, caí de rodillas y perdimos la luchada. Pero …”

 

… La cosa no acabó ahí. “Advertí a Laura Gámez que tenía un dolor extraño en el estómago. Me fui a casa, empezamos yendo a urgencia y posteriormente estuve tres días ingresada en la UVI. Tenía una apendicitis que no la habían detectado; se transformó en peritonitis y por el esfuerzo que hice en la luchada algo reventó. Y eso fue lo que evitó que yo perdiera la vida, porque los doctores me operaron a tiempo. Me dijeron que sufría una peritonitis perforada con principio de gangrena. Aún recuerdo con precisión el dictamen médico y el susto que nos llevamos. Fue el final, porque no pude seguir”.

 

Además de la experiencia y el tsunami de recuerdos, hay un dato que no olvida Yolanda: “Todo lo que hice en el deporte fue por pasión, porque me gustaba. Representé a una empresa en dos actividades, porque también fui portera de balonmano hasta que me lesioné en una rodilla. Y no conseguí que me dieran en todo ese tiempo una sola chocolatina”.


 

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