Por Manuel Borrego
El tiempo es juez insobornable. Este lunes el consejero insular de Deportes, Lucas Bravo de Laguna, tuvo un gesto de humana nobleza cuando, tras ser preguntado por la figura de Lisandro Hernández dentro de las hipótesis que circulan para tomar el mando en la entidad de la Liga ACB, calificó que la salida de aquél del Gran Canaria 2014 fue "injusta". Una palabra en solitario resume todos los acontecimientos y artificios que acompañaron el fin del mejor ciclo presidencial en la historia del club. El nuevo máximo responsable del deporte grancanario habla, sin duda, desde la reflexión tranquila y ajeno a cualquier intoxicación palaciega de zarinas y rasputines. Porque el final de la etapa de Hernández se vivió en un ambiente incendiario, caminatas en ascenso incluso por Bravo Murillo, que se silenciaron cuando el presidente del club y los suyos abandonaron aburridos. La palabra injusticia encierra, por desgracia, tramas que Lisandro conoce en profundidad cómo se fraguaron.
No tenía necesidad Bravo de Laguna de hacer "justicia"; nadie se lo habría reclamado. Porque la verdad habla por sí sola: algo más de un año después de la salida de Lisandro Hernández y su compacto equipo de colaboradores del CB Gran Canaria nada ha cambiado y el club sigue caminando sobre el alambre sin dejar de mirar hacia abajo, como en 1992. La realidad siempre vuelve a flotar y ésta dice que si Gran Canaria quiere mantener un equipo en la segunda mejor Liga del Planeta tendrá necesidad de un presupuesto potente y éste no se cubre con ingresos de patrocinadores, por las razones que fueren. Con los tiempos que corren es un lujazo poseer este equipo en la ACB que se ha fraguado con el sudor de tantas personas, administrando todos sus recursos al máximo y generando una ilusión hacia lo que viene después de 2014.
Lisandro y su verdad fueron las víctimas; la sociedad grancanaria lo sabe.