El hábil centrocampista de la década de los sesenta fichó por el Real Madrid juvenil antes que por la Unión Deportiva pero "mi madre se opuso porque creía que era mi joven para vivir solo en la capital"
José Cristóbal Correa (Las Palmas de Gran Canaria, 2 de octubre de 1944) sabe que pudo ser uno de jugadores emblemáticos de la historia del fútbol canario. Su obra quedó incompleta, al retirarse con apenas 28 años de edad, pero entre quienes le vieron actuar al escuchar su nombre dibujan una sonrisa en el rostro porque era un inventor, un atrevido al que no le asustaba conectar el cable rojo con el azul. Y siempre los genios cautivan admiradores. Él mismo tiene una alta consideración de sus propias cualidades deportivas: "Yo fui, salvando las distancias, como Valerón en mi época", señala para acercarnos a una referencia actual. "No conseguí lo que ha logrado Juan Carlos, pero destacaba porque era muy técnico, un especialista en el pase. No era rápido, pero movía el balón con rapidez. Y a diferencia del jugador de Arguineguín, yo era mejor lanzador de faltas. Para quien no me vio como jugador le diría que era hábil de cintura y movía el balón con velocidad para todo el equipo. De mis pases se beneficiaron mis compañeros".
Su historia deportiva comenzó en la adolescencia cuando ya despuntaba en algunos equipos locales, entre ellos el Porteño donde coincidió con el recordado Juan Guedes: "nacimos el mismo día del mes de octubre, pero yo tenía dos años menos que él. Nos felicitábamos el día de cumpleaños. Con Guedes tuve una muy buena amistad porque se hacía querer. Guedes poseía una gran personalidad en el terreno de juego. Quien le bautizó como Mariscal acertó de pleno: lo era. El balón sentía magnetismo hacia él, pues siempre pasaba por donde él estaba. Y eso no se aprende".
PUDO SER BLANCO
Durante su primera etapa en el Sporting de San José fue cuando el Real Madrid, asesorado por Luis Molowny, puso sus ojos en el joven diestro grancanario. "Para empezar: yo adoraba a Di Stéfano. Sentía predilección por su juego, también por Guedes más tarde", señala Correa. "El Real Madrid me realizó una prueba en el campo del Plus Ultra, que era su filial. Enfrente estaban, entre otros, Grosso y Velázquez. Fui con mi padre y me pagaron el viaje y la estancia en el Hotel Delicias. Gusté tanto al técnico Eguiluz que me ficharon de inmediato en categoría juvenil. Volví a Las Palmas en el verano", continúa, "con un acuerdo en el que me pagaban los estudios y a mi padre unas ciento y pico mil pesetas. Pero mi madre no estaba de acuerdo, no le parecía buena idea que un chico tan joven (tendría quince años) viviera solo en la Península y al final no cuajó mi marcha. Ese es el trauma de mi vida deportiva: no haber jugado con el Real Madrid".
LUEGO AMARILLO
La reputación de Cristóbal Correa en el ambiente futbolístico grancanario era notable y fue así cómo la UD Las Palmas tocó a sus puertas. Sus recuerdos en el equipo amarillo, sin embargo, no están a la misma altura: "Mi etapa en Las Palmas la considero mala. Doy las gracias al club porque me dio una oportunidad en el fútbol nacional, pero siempre viví con el sambenito de que jugaba cuando quería. Había una opinión dividida sobre mí. Además, estuve varios años sin cobrar en la etapa de aficionado y Don Jesús (García Panasco), que siempre miraba por el club, cuando hice una reclamación un día me dijo que para qué quería el dinero. Sentí que no tenía un gran aprecio hacia mí", afirma. "Pero más me dolió cuando fui cedido al Tenerife junto a Pepe Juan Martínez, Toni y Vicente. ¡Cuatro jugadores a cambio de Gilberto II!. Algo que no he comprendido todavía".
En el club blanquiazul vivió un episodio singular con el técnico Ramón Cobo al que "tengo en alta estima porque ha sido uno de los mejores que he tenido en mi carrera. Resulta que estaba lesionado en el tobillo, pero el club no me concedió permiso para venir a Las Palmas a arreglar unos papeles con mi novia Milagros (hoy su esposa). Yo dejé la pensión y vine, pero cuando regresé Ramón Cobo se había molestado muchísimo y me concedió la baja. Y más tarde fue la Unión Deportiva la que también me liberó".
AL FINAL, COLCHONERO
El destino quiso que aquellos acontecimientos hicieran cambiar su vida porque Correa cogió la mochila y viajó a la aventura. "Después de realizar una pruebas con el Betis, el Atlético de Madrid me llamó y así fue cómo me convertí en colchonero. No tuve continuidad en un equipo donde había una gran plantilla con Calleja, Griffa, Martín Jayo, Glaría, Ufarte, Gárate, Luis, Adelardo, Collar, ... Luis Aragonés siempre decía que yo tenía que estar entre los titulares".
El último destino fue la UD Las Palmas, en la campaña 1971-72, con Pierre Sinibaldi. "En realidad, llevaba dos años casi retirado y me volvieron a llamar cuando estaba de nuevo en el Sporting de San José. Pero de nuevo fui descartado con el agravante de que poseía una licencia profesional que no me permitía continuar en el fútbol amateur. Y así me vi en el fútbol de veteranos desde los 28 años, cuando tenía ganas de haber continuado hasta los cuarenta".
"EL DINERO DEL TABACO DE ESTRAPERLO ARREGLÓ MUCHOS SUELDOS"
Por su carácter jovial y por la facilidad para formar sociedad con cualquier compañero, Cristóbal Correa enlazó rápido con los restantes jugadores de la UD Las Palmas de la década de los sesenta: "Éramos un grupo de amigos, muy unidos; una de las claves del éxito del equipo", comenta mientras comienza a sonreír en solitario. "Hay muchísimas anécdotas de nuestros viajes, que eran los más largos de todos los equipos. Salíamos de Las Palmas contentos, muy animados. En los aviones jugábamos a las cartas, charlábamos, había mucha alegría ... pero cuando llegábamos al aeropuerto de destino, que solía ser Barajas, nadie conocía a nadie. Parecía que todos éramos extraños y no miembros de un conjunto de fútbol. Ni nos mirábamos. Todo el mundo iba por su parte". Detrás de aquel cambio de actitud estaba, obviamente, las 'horas extras' laborales de los jugadores y de tantos otros canarios que cruzaban el mar hasta la Península con sus equipajes repletos de tabaco, aparatos de radio, relojes, ... que en Canarias tenían un valor inferior por la condición insular de puertos francos y la exclusión de impuestos.
"En todos los viajes se producía un número con estas historias. Las maletas de Tonono y Guedes las denominábamos como las gemelas", recuerda. "Tenían una gran paciencia. Las cargaban hasta los topes con cajetillas de tabaco marca Chester, que era el más solicitado. Colocaban las piezas una a una de forma ordenada para que tuviera más cabida. Hasta que ocurrió el chivatazo al detectarse en Gando un exceso de peso en el equipaje, que nos costó un disgusto en Barajas", prosigue. "Los agentes de aduanas nos fueron a buscar al avión, sin dejarnos bajar a la pista, e hicieron posteriormente un amplio registro. Aún recuerdo la cara de Don Jesús García Panasco: se quedó amarillo cuando la policía de aduanas abrió las maletas gemelas. El agente encargado descubrió el tabaco de contrabando y les digo: ¡Al menos podrían poner unos calzoncillos por encima para disimular!". La expedición grancanaria estuvo retenida en Madrid y peligró incluso su traslado a Zaragoza, donde debía jugar en La Romareda hasta que por fin fue liberada por los agentes.
JUAN LUIS, ORDENADO
Estas revisiones aduaneras eran habituales pero recuerda Correa que una de las anécdotas más graciosas le ocurrió a Juan Luis y a José Manuel León: "Resulta que en muchos sitios de la Península ya nos esperaban porque sabían que en el equipaje de Las Palmas venía una buena carga. Había gente que ya tenía el contacto hecho y, al llegar al hotel, recogía la mercancía. Pero una vez en Sevilla Juan Luis no había podido colocar sus productos. Y José Manuel se prestó para localizarle un comprador", añade. "Fue a un bar cercano y convenció a unos señores que estaban allí para que vinieran al hotel a ver 'lo' de Juan Luis. Al entrar en la habitación encontraron el tabaco, las radios y los relojes todo ordenadito en la cama y, entonces, sacaron los carnets. Eran inspectores de policía. Ni contar el panorama ..."
Este dinerillo extra servía para "arreglar algunos sueldos de la plantilla. Era lógico. De todas formas hoy nos podemos reír porque pasamos unos ratos muy buenos y otros comprometidos. Cada vez que salíamos de los aeropuertos de destino respirábamos. Son anécdotas bonitas y graciosas de una etapa que también fue entrañable porque, detrás de todo aquello, había un gran ambiente de camaradería", confiesa Cristóbal Correa. "Cuando ahora nos reunimos y recordamos estas cosas nos reímos mucho. ¡Qué tiempos!".
RECUERDOS
"NO FUÍ PREFERENCIA DE VILLALONGA". "Villalonga, que era el entrenador del Atlético de Madrid, era militar y tenía sus preferencias con los jugadores militares del Atlético. Y yo no entraba en ellas. Incluso cuando oficialmente los entrenadores eran Miguel González El Palmero y Mariano Moreno, el que mandaba desde atrás era Villalonga".
"ME VINIERON A BUSCAR A LA PLAYA"."Estaba en la playa cuando me vinieron a buscar para jugar con los juveniles de Las Palmas. Estaba de vacaciones y fuera de forma, pero había un encuentro contra el Tarrasa de Tenerife para el campeonato regional. Le dimos la vuelta al marcador en el segundo tiempo y mi actuación fue muy buena. Al día siguiente me vinieron a buscar para la Unión Deportiva el mismísimo presidente Juan Trujillo y García Panasco. Las cosas sucedieron así de rápido".
"EN MI DEBUT NO SABÍA DÓNDE ESTABA". "El día de mi debut fue contra Levante. Rosendo Hernández me ordenó tirar un penalti y en aquel momento no sabía ni dónde estaba. Lo lancé fatal. Sin embargo luego marqué el gol de la victoria. Fue en la grada de Poniente del Insular. En mis tres primeros partidos hice tres goles: Levante, Mestalla y Sevilla Atlético, este último de falta directa".
"IRÍBAR IMPONÍA". "Mi mejor gol pudo ser contra el Athletic, a Iríbar, porque era un portero que imponía. Era espectacular y sereno. Aquel día cambié los papeles con Lizani: él me envió el pase y yo le crucé el balón al meta vasco".
"UN LUJO JUGAR CON IRURETA Y UFARTE". "El Atlético tenía un fútbol muy vistoso con unas figuras de gran altura. Gárate parecía un delantero perfecto. Irureta corría el campo de arriba a abajo sin cesar. Ufarte, magnífico. Era un lujo jugar con ellos y tantos otros que había en la plantilla".
"MI SOBRINO ALBERTO ERA UN ZURDO DEL CARAJO... ". "Mi sobrino Alberto era un zurdo del carajo ... de lo mejorcito que ha tenido filiales. Pero Benito Joanet lo puso como lateral izquierdo en la Unión Deportiva. Aquella época fue mala para el equipo y él se aburrió pronto del fútbol".
M.B.