El renacido CB Escaleritas cierra su temporada en un acto familiar y emotivo que tuvo como escenario las canchas de Eliseo Ojeda. Un trofeo para cada niño, la filosofía de un club que no conoce la crisis porque nunca tuvo aires de grandeza
Hay organismos que sobreviven a todo tipo de adversidades. El látigo del tiempo no puede con ellos, ni los periodos de crisis o la desidia de mecenas e instituciones. Hay entes que sólo se alimentan de la ilusión y sus ruedas se ponen en marcha con los bolsillos vacíos, una mesa con un mantel de papel y vasos de plástico. Se regeneran y vuelven a salir a flote. El CB Escaleritas es uno de esos casos. Antaño glorioso club que pujaba a las puertas de la élite, hoy un modesto que se impulsa con unos jóvenes tigres que aún tendrán que conocer qué significan esas camisetas amarillas. Sin embargo su presidente Tomás Ruiz mira hacia el horizonte de las canchas municipales del Eliseo Ojeda, las que están atrapadas entre los muros de las vetustas viviendas de los años sesenta, y reflexiona en voz alta: "volveré a ver a este equipo en Primera División y son estos niños, los benjamines, los que nos van a llevar a esa categoría como mínimo. Ya lo veremos; no tenemos prisas".
La semilla del club de Ciudad Alta ha brotado y por ello, por segundo año, vuelve a convocar a padres, instituciones, patrocinadores, monitores y deportistas al acto de clausura de una temporada en la que afloraron viejas hazañas de los años mozos. Cincuenta jugadores, los suficientes como para vivir un nuevo principio sin el agobio de urgencias ni aires de grandeza. Todo aquel ambiente tiene un aroma de surrealismo maravilloso. Incluso con los olores a potaje y sofritos que llegan del paciente vecindario e invaden la pista principal de la academia de balonmano que, en los años sesenta, setenta y ochenta especialmente fue cuna de los mejores jugadores de aquella zona obrera de la capital grancanaria. Todo el entorno del Escaleritas absorbe cualquier rocío de contratiempos porque han demostrado que con poco se puede ser feliz.
Tomás Ruiz, presidente del club y otrora portero del equipo, estuvo acompañado por sus fieles colaboradores Juan Manuel Robaina Machín, Cristina Ruiz, Melody Batista, Patricia Hernández, Pedro Piñero, Carmen Martín, Antonio Salido y Salvador Reyes. Hasta la instalación municipal se acercaron los concejales Ángel Sabroso -un incidente de tráfico en la ciudad le hizo abandonar con anticipación su puesto de invitado en las desnudas gradas del recinto- y el debutante en la concejalía de Deportes, Carlos Ester, que acudió acompañado por el miembro del gabinete de prensa del Instituto Municipal de Deportes, Paco Monzón. Agradeció Ruiz la asistencia de todos los presentes y el apoyo de los patrocinadores del club Grupo Martel, Viajes Besay y Autoservicio La Tineda. Se entregaron uno a uno trofeos a todos los pequeños tigres (así le denominaban a los chicos del barrio en épocas pretéritas) y en el capítulo de destacados figuraron Oscar Valido (mejor portero de un club dirigido por guardametas), Sualem González (máximo goleador) y Jamei Herrero (premio a la constancia).
Que no será por sencillez y originalidad que es este club ha merecido ser el argumento de una película de Buñuel. Tan surrealista como a veces se presenta la propia realidad.
Los premiados y la cabecera del acto en el escenario del Eliseo Ojeda. (C. Torres)