Por Manuel Borrego
Distanciados por el tipo de competiciones en las que se encuentran, Vicente Del Bosque y Juan Manuel Rodríguez han ofrecido este viernes casi a la misma hora dos ejemplares intervenciones públicas dignas de llevarlas a los colegios de entrenadores para que sirvan como ilustración para sus colegas aprendices.
Primero, el seleccionador. A Del Bosque le zarandean la silla con polémicas reales o ficticias, especialmente ahora que el fútbol español tocó con él su techo histórico. Podría haber dicho muchas cosas el técnico de La Roja sobre David Silva, al que ha vuelto a convocar, y explicar también el por qué ha preferido que otros futbolistas fueran titulares en la selección nacional. No lo hizo porque ese tipo de razonamientos debe hacerlo en un vestuario sin añadir tensiones innecesarias. Creemos personalmente que Del Bosque se equivoca con Silva, cuya zurda actual está a un nivel altísimo y no porque sea o deje de ser canario. Pero cualquier argumento se desvanece cuando los resultados son los que España logra con este técnico y sus decisiones.
Del Bosque, que conoce bien a Silva y quizá advierte que se ha transformado con el paso de los años (ya no es aquel excelente futbolista que hablaba en el campo y apenas articulaba varias frases ante un micrófono), habla de su entorno y de los consejeros que tienen un bote de gasolina en una mano y un mechero en la otra. Pero topa el de Arguineguín con un entrenador de espaldas muy anchas y zapatos desgastados en el duro camino de esa profesión en la que todos somos también técnicos; pero sólo decide uno.
Lo de Juan Manuel esta mañana es de quitarse el sombrero. Desde que comenzó la pretemporada (y antes también) le andan buscando las cosquillas; aparecen algunas preguntas absurdas, algún infiltrado en la concentración haciéndose el despistado, que si patatín/que si patatán, ... hasta que por fin emergen sus nervios -acumulados- tras la quinta interpretación arbitral. Insistimos: en este asunto tiene razón el técnico en apreciar que la balanza está muy descompensada, que a Las Palmas le faltan puntos en la clasificación. Pero ...
Pero este viernes ha dado una lección de saber estar, de demostrar esa buena cintura para un momento del campeonato donde ante la adversidad hay que poner calma. Es como si hubiese dejado a los pirómanos con la cerilla (nos gustaba más el término fósforo) en la mano. Hábil, sensato y sereno; Juan Manuel subió un peldaño curricular más como entrenador. Ese bien debe recibirlo el equipo, para apretar los dientes y reanudar el camino que correctamente transitaba.