El cambio de mensaje es peligroso: del "ahora somos un equipo difícil de batir" se pasa a tres derrotas en cuatro jornadas en apenas un mes de Liga
"Ahora somos un equipo difícil de batir" resumían uno a uno los jugadores de Juan Manuel Rodríguez tras la laboriosa victoria sobre el Real Valladolid porque en los días posteriores a esa fecha en que la UD Las Palmas se instalaba en zona promocionista. Aquel 29 de octubre el equipo amarillo rescataba la ovación y la complicidad de sus aficionados por la manera en la que había maniatado a uno de los candidatos al ascenso y por la ejecución de una acción de diseño que cerró el partido, la del gol de Jonathan Viera. Aquella forma de defender tan brillante, que había tenido sus cimientos en partidos precedentes, justificaba la obsesión del técnico en mantener intacta todo lo posible la portería de Barbosa y la convicción que había trasladado en las expresiones de sus futbolistas en ruedas de prensa. Incluso al sector dramático le llevó a rescatar la palabra ascenso como si fuera el dogma del vigente proyecto. Nada de todo ello era realidad.
Un mes después, aquella roca es ahora una esponja peligrosamente vulnerada por los adversarios, pasándose a un parcial de un punto logrado de doce posibles. En once partidos Las Palmas había encajado once tantos, pero en los últimos cuatro ha añadido 9, gestando un 'dejavu' por las inevitables comparaciones con el pasado de los 71 goles en contra. ¿Se ha activado un problema estructural, acaso un cambio de diseño en el colectivo?, ¿relajación de la plantilla, autosuficiencia injustificada en plena competición?, ¿por qué cambia tan diametralmente su comportamiento la UD Las Palmas permutando su rol en la Liga?.
Apenas unos minutos en el terreno de juego de Los Pajaritos, el mismo equipo que había doblegado al Valladolid se convierte en un dócil rival para el Numancia. Por la banda izquierda del ataque soriano, Cedrick encuentra una autopista y por allí comienza a fraguarse la victoria, no sellada en cambio a causa de la pésima puntería de Natalio, receptor de los buenos balones cruzados por su compañero. Por la banda derecha canaria llegaron los primeros problemas, contagiados posteriormente en un efecto dominó a otros sectores. Sólo la gran pegada de los amarillos mantuvo el partido hasta el final igualado.
En Huelva, reproducción de los defectos. Le toca a Corrales cometer un error impropio de un veterano. Y a Laguardia sufrir el agujero por la derecha, resuelto después de que Roque recuperase su condición de titular. Pero Las Palmas ya no ofrecía una integridad defensiva como la que hacía dos semanas y que invitaba a sus integrantes a sacar pecho ante parroquianos y admiradores del exterior.
Lo de Huesca, en cambio, ha sido la confirmación de que los males que el equipo exhibió la pasada temporada han regresado, pese a que Juan Manuel mantiene su obsesión por una estructura defensiva sólida como prioridad. En los goles y en las ocasiones de peligro del conjunto aragonés hay fallos notables. Mal colocado Pignol, reacciona tarde en la jugada del 1-0 permitiendo la llegada en solitario de Gilvan. Error colectivo posterior en el 2-0, porque Roberto -el hombre más alto de la vanguardia oscense- remata de cabeza un córner sin oposición. Y durante el partido, llegadas y llegadas al área canaria con la comisión de otros dos penalties pasados por alto por el colegiado navarro Prieto Iglesias.
Tres derrotas en las últimas cuatro semanas marcan y le cambian el rostro a todos, salvo a las especialistas en la dramaturgia. La única lectura positiva es que el equipo, pese a sus licencias, se mantiene a ocho puntos de la zona de descenso, aunque pierda hasta siete escalones en su posición clasificatoria. Juan Manuel necesita calma y ayudas, empezando desde dentro del vestuario: son los futbolistas los que hacen buenos los sistemas. El de la UD ahora está descosido en defensa y descoordinado en ataque. Mucho trabajo, en consecuencia, para el técnico tan válido ahora como cuando sólo un mes atrás le aplaudían con las orejas.