Por Higinio Medina
Al margen de la polémica generada por el "penalti" a Valerón, la segunda parte de la Unión Deportiva Las Palmas frente al Coruña fue un quiero y no puedo del equipo canario que a medida que pasaba el tiempo se diluía en el terreno de juego. Ni siquiera los cambios fueron en esta ocasión el revulsivo esperado y por consiguiente el desencanto del aficionado fiel, que esperaba algo más de un encuentro que tantas expectativas había suscitado.
No fue el Depor el equipo aguerrido que se preveía, fue simplemente un equipo práctico con ciertas dosis de vulgaridad que supo leer el partido y controlarlo a base de oficio, dejando las florituras a un lado. Probablemente el resultado más justo por lo expuesto en el terreno de juego hubiera sido un empate, pues aunque el equipo amarillo arriesgó por momentos, particularmente en la primera parte, al Depor le bastó con mantenerse bien posicionado en el campo y neutralizar cualquier iniciativa canaria.
Los pequeños detalles son los que marcan la diferencia; de nada valen las galopadas inmensas de Portillo buscando el balón por todo el campo, por momentos casi como un poseso que llegó a la desesperación en una acción de Quiroga, quien optó por tirar casi sin opciones a portería cuando le bastaba ceder el balón al delantero madrileño que venía franco hacia la meta contraria. La desesperación no es buena consejera y las consecuencias de hacer la guerra cada uno por su lado nunca van a ser positivas.
El Depor marcó y ganó, no creemos que por culpa de una decisión arbitral, pues si tenemos que hablar del árbitro justo es reconocer que pudo haber expulsado a Pignol en la primera parte de roja directa, tras una acción absurda del galo al empujar de forma notoria a un jugador gallego. Luego vendrían otras acciones en las que se podrían discutir las decisiones arbitrales, pero jugar al filo de la navaja como suele hacer el equipo amarillo puede traer secuelas no deseadas.
Ahora llega el parón navideño, esperemos que sirva para reflexionar y en la medida de lo posible para corregir las deficiencias o suplir las carencias de un equipo que ahora mismo está en tierra de nadie; navegando por momentos en mares procelosos, por momentos en mares tranquilos; con un patrón de juego que exaspera al respetable, quien a buen seguro pedirá al año que dentro de poco se inicia, no tener que sufrir en demasía por sus colores y recibir más alegrías que decepciones. Aunque a veces no hay más cera que la que arde, es un deseo y los deseos a veces se cumplen...