Por Juan Pedro Borrego
No debe sorprender a nadie la actual posición del CB Gran Canaria en la Liga Endesa. Los dulces momentos en los que el Granca parecía que era un equipo pujante en la competición española quedan en el pasado; y no lo hacen de una manera gratuita o por la simple justificación del infortunio. La Isla descubrió la verdadera fórmula del éxito en el pasado; y en los últimos momentos ha querido o pretendido explotarla hasta sus límites. La ‘chistera', como en su día calificó Berdi Pérez a sus habilidades para encontrar en el mercado de jugadores a nombres que otros parecían no ver, se ha roto por fatiga. Ahora toca sufrir, y hacerlo hasta la extenuación, pero sin dejar de poner aquello que aún no cuesta dinero y que puede ayudar a los hombres de Pedro Martínez a salvarnos de la catástrofe de un descenso: fe, amor a los colores y responsabilidad.
El tinerfeño Felipe Coello, afincado en Murcia desde hace muchísimos años, ponía el dedo en la llaga durante su participación como comentarista en la Radio Autonómica Canaria durante la retransmisión del partido entre los conjuntos murcianos y grancanarios. "Si no se consigue sustituir a jugadores como Wallace o Carroll con hombres de similares garantías, entonces eso se paga y se pasa muy mal". Los números son claros, la aportación ofensiva de esos dos jugadores en la temporada pasada tienen poco que ver con la que tienen sus sustitutos, en especial Haynes, ocho puntos por detrás que su antecesor en el puesto. Palacios, sin embargo está dos puntos de media por detrás de Wallace. Pero el resto de la plantilla no sólo no ha podido absorber este déficit, sino que en algunos casos, incluso lo agrandan.
Los amarillos sufren por eso una crisis de anotación importante; y la liga se les atraganta. La permanencia se complica y las fechas parecen avanzar a un ritmo vertiginoso mientras que los isleños no sólo no corren hacia adelante sino que retroceden en su camino.
Pero lo que ahora sucede en el Granca no es fruto de un mal año en la elección de los fichajes; es una consecuencia de una labrada política de restricciones económicas en el club propiciadas por la rácana participación externa y privada. Los presupuestos marcan, en un porcentaje muy elevado, las garantías de éxito o fracaso de un equipo profesional. Contar con buenos jugadores, cuesta dinero. Disponer de buenos gestores, tanto deportivos como administrativos, otro tanto de lo mismo. Retenerlos durante muchos años, aún cuesta más.
Ahora, por desgracia, no es el momento de exigir a ninguna empresa una involucración en un club de baloncesto que ha asentado sus raíces sentimentales en la Isla. Aunque siempre que se mira al exterior, se observa con sana envidia las nomenclaturas de 15 de los 18 componentes equipos de la ACB. Salvo el Lucentum, Valencia Basket y el Gran Canaria, el resto dispone de una empresa privada que añade su nombre al del club. El ‘pecado' del Gran Canaria ha sido no haber podido/sabido convencer a ninguna empresa local o foránea para fidelizar su implicación con el baloncesto. Es más, incluso se ha llegado a ahuyentar, como se hizo con Kalise, despreciando una cifra económica por la que ahora se pondría una alfombra roja en medio del pabellón.
Al menos, la relación con el UB La Palma está impidiendo que la caída del equipo sea demasiado precipitada y alimenta la esperanza de que una parte de los cimientos del club esté bien asentada.
Así pues, de aquellos polvos vienes estos lodos que ahora sufrimos, asfixiados en medio de una situación deportiva que puede llevar a una excesiva ansiedad a una plantilla y unos gestores que no son del todo responsables de la situación, sino simplemente las víctimas. Por eso, estar con ellos, arroparles y evitar que la ansiedad por la situación se apodere de sus tiros es una responsabilidad en la que todos y cada uno de nosotros tiene una participación importante.