Por José Hernández
Decía Germán Dévora en Tinta Amarilla.es la pasada semana que "el de los diablillos amarilos si que era un conjunto de verdad", y el domingo, en el Real Club Nautico de Gran Canaria pudimos refrendar las palabras del Maestro. Se reunían cincuenta años después de conquistar la Copa y parecía que la noche anterior habian estado juntos en una concentración. Allí podíamos comprobar que de aquella selección de 1962 se había fraguado una profundad amistad, donde se recordaba con tristeza los compañeros fallecidos. Y tras ese encuentro de los Diablillos Amarillos nos ratificamos en la convicción de que en cualquier equipo, en cualquier grupo de trabajo, necesita que existan unas buenas relaciones humanas, porque eso hace que el objetivo a alcanzar esté más cerca.
Se puede entender como cuando el grueso de esa selección se incorpora a la Unión Deportiva Las Palmas, donde ya estaban los Juanito Guedes, Tonono, Aparicio, etc, y se trae de Tenerife a la "flor y nata" de la cantera chicharrera como los Gilberto, Martín, etc, el equipo amarillo sobresaliera en la Primera División. Había desde luego una excelente calidad futbolística en todos esos jugadores, pero además, se había logrado armar a un grupo de personas lideradas por el Mariscal Guedes. Sölo nos faltó el titulo de campeón de Liga, pero fuimos segundos y terceros dos temporadas consecutivas.
Muchos deberían de aprender de lo que es trabajar en grupo. Para muestra este botón. Hacer las peleas individuales, menospreciar a los demás y creerse superiores, nos lleva al mayor de los fracasos. Reinarán por un tiempo, el suficiente hasta que se den cuenta que ese es el camino de la ruina y del fracaso. Cuando se trabaja en grupo, hay que hacerlo de esa forma, y que cada cual aporte lo mejor de sí.