Por José Hernández
El ambiente en el Santiago Bernabéu era el de las grandes ocasiones, no en vano poco después daría comienzo poco después una apasionante final de Copa entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid. Allí, con ese estadio a reventar, celebraba la selección de Las Palmas su tercer titulo nacional de la categoría juvenil, con aquel conjunto liderado por Toni Robaina, icono de una generación que saco a la UD Las Palmas, cuatro años después,del pozo de la Segunda División B. Si los diablillos amarillos, que recordamos hace poco con motivo del 50 aniversario de aquella efeméride, fue la base para lanzar a la Unión Deportiva a una época de oro en la Primera División, la de 1992 fue la que motivó a una afición que estaba hundida con aquel descenso por primera vez en su historia a la categoría de bronce.
Aquella selección conformada por Yoyo de la Torre y dirigida por Ramón Medina controló el partido ante Murcia de principio a fin, y el 2-0 incluso fue corto para los méritos acumulados por los canarios, que en aquel incomparable marco del Bernabéu demostraron que formaban el mejor combinado juvenil del año, escribiendo un capítulo más de la prestigiosa y prolifera cantera, y a la que en la actualidad los dirigentes han vuelto su mirada, aunque siempre con la duda si es por convicción o porque la crisis económica les obliga.
Volver a encontrarnos con unos juveniles de Las Palmas campeones de españa se nos antoja complicado. Y no porque no exista calidad para ello, sino porque vemos a los grandes clubes hacerse para sus cadenas de filiales a niños que ya apuntan en las categorías inferiores. Las redes cada vez son de mayor tamaño y así vemos a niños de corta edad en los filiales del Madrid, Barcelona, Valencia, etc, y si no es a través de sus ojeadores, también los hay fruto de los conveníos entre clubes. Pero lo que importa ahora es tener este reconocimiento a una generación que brillo con nombre propio.