Durante 16 días hemos iluminado al mundo, manifestaba Sebastian Coe en la clausura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. El agradecimiento a los miles de voluntarios daba paso a Río de Janeiro 2016 con el traspaso de la Bandera Olímpica entre los alcaldes de ambas ciudades.

Atrás quedan alegrías y tristezas; las alegrías y tristezas de unos deportistas que han luchado por unas medallas reservadas para unos pocos. Pero el rostro de alegría era el mismo para todos los participantes en una ceremonia que ponía fin a unos juegos excelentes con un excepcional nivel organizativo que quedará en la memoria de los millones de personas que los han seguido, vibrado y llorado con una intensidad muy especial.

La actuación española ha estado por encima de las expectativas que se vaticinaban (17 medallas), pero muy por debajo de lo que se pudiera esperar de un país que se ha visto superado en el medallero por naciones que en teoría son inferiores en cuanto a medios se refiere. Afortunadamente vemos el despertar del deporte femenino, mientras que el atletismo español simplemente decepcionó.

Ahora sólo queda pensar en los Juegos de 2016 y ver qué se ha hecho mal para intentar corregir los errores que se hayan podido dar. Es evidente que el éxito es resultado de la inversión y en España, a través de las becas ADO, se invierte en los deportistas de alto rendimiento; entonces ¿qué falla?.

Sabemos que uno de los principios del Olimpismo es la participación por encima de cualquier otro resultado, pero siempre se espera más, por eso nos quedamos con el cuadro final de la brillante clausura, en el que el Ave Fénix resurgía de sus cenizas como elemento de continuidad. Londres 2012 ha finalizado, bienvenida Río de Janeiro 2016...