En pocas semanas, Sergio Lobera ha demostrado ser un entrenador de alta escuela. Al menos en cuanto a la escenificación que realiza en el cargo de tanta responsabilidad como el que asume. Cada palabra suya en rueda de prensa o en entrevistas está perfectamente meditada y, a pesar de su juventud, a veces da la impresión de que es un tren de largo recorrido y con paso en muchas estaciones. Todo cuanto hace o dice tiene un objetivo, porque sabe que después de pronunciar una teoría, ésta va a recorrer un trecho camino del vestuario y su mensaje debe llegar claro, sin confusión, que no haga heridas ni genere divisiones. Debe saber que una de las claves del éxito en su debut como entrenador del Fútbol Profesional es ser justo y repartir justicia. Por eso debe evitar cualquier contradicción en la teoría que luego llevará al campo de juego.

Pero en la semana final de la pretemporada ha realizado varios comentarios que acaban por enlazarle de alguna manera a su antecesor. La síntesis: "Jugar bien es mantener un equilibrio en el terreno de juego". Lobera tendrá referencias justas de Juan Manuel Rodríguez pero a esta conclusión habrá llegado luego de hacer el análisis del perfil de equipo que desde este domingo tiene que alimentar la ilusión de un ascenso o de una pelea por la promoción. Ese equilibrio, para Juan Manuel Rodríguez, consistía en no ser dominado o tomar las precauciones que deben presidir una competición tan igualada como la Segunda División. A partir de El Sardinero se observará cuál es la propuesta de Lobera para cubrir ese equilibrio que, sin duda, es el principio de cualquier intento de escalada.

Ambos parten de un concepto general de toma de precauciones; la manera en que se desarrollará es lo que servirá como agente diferenciador. Pronosticar si la propuesta de Lobera es la acertada o no aún es improcedente. Dejemos pues que hablen los acontecimientos.