Como en partidos recientes la Unión Deportiva Las Palmas salió a por el rival sin contemplaciones, con ambición y con las ideas claras, pero también como en partidos recientes la ventaja obtenida no fue bien administrada, y si en ocasiones anteriores no fue obstáculo para conseguir el triunfo, ante el Lugo quedaron de manifiesto algunas carencias que hasta ahora se habían superado con el pundonor y la fortuna cara al gol.

El efecto sorpresa con el que Sergio Lobera planteó el encuentro al modificar la vanguardia amarilla fue efímero, apenas veinte minutos que desarbolaron a los lucenses no produjo la suficiente renta para frenar las posteriores acometidas de los locales que supieron sobreponerse a un resultado adverso para conseguir una cómoda victoria por 3 goles a 1, y todo ello a pesar de que se volvió a contar con claras ocasiones que fueron malogradas, una vez más, ante la portería rival.

No debemos caer en el error de que el equipo grancanario es superior a los rivales y que lo que resta de temporada podría ser un paseo en barca. Nada más lejos de la realidad, lo conseguido hasta ahora, si se nos permite la expresión, es fruto de derramar sangre, sudor y lágrimas y lo que resta hasta el final no va a ser menos.

El tropiezo en tierras gallegas debe servir para la reflexión, al igual que lo sucedido ante el Numancia y en las últimas victorias en casa, pues ya se sabe que es imposible mantener el mismo ritmo los noventa minutos, pero para ello, sabiendo que el cansancio puede hacer acto de presencia y que el rival también juega, se hace necesario jugar algo más con la cabeza en determinados momentos que con el corazón, alejar la ansiedad y sobre todo tener claro que queda mucho recorrido para el final de la competición, de ahí la importancia de administrar los tiempos del partido con mayor sapiencia si cabe y ahí, precisamente, es vital la labor del entrenador.