La ovación que ha esperado 16 años
16/11/2013

El Estadio rompe para aclamar al unísono a Valerón después de que marcara dos goles al Mirandés y se pareciera un poco más al gran genio que vive en él

Manuel Borrego

Juan Carlos ya no tiene dudas. Fue lo que más le frenaba el pasado verano. Desde Arguineguín hasta Las Palmas de Gran Canaria hay más distancia de la que marca el kilometraje de la autopista. Su incógnita era saber si de verdad la afición que primero se enamoró de su fútbol aún conservaba intacto el sentimiento. Dudó; lo consultó con la familia, con los amigos, con la almohada, ... Miguel Ángel Ramírez le persuadió porque entendía que el jugador más internacional y laureado de cuantos se formaron en la Casa Amarilla tenía la opción de poner fin a su carrera con el escudo que le llevó al fútbol profesional.

Le dio vueltas al asunto el señor del 21. Habló con todos y dijo finalmente 'sí'. El día que se enfundó otra vez esos colores, casi cinco mil personas vinieron a verle al Gran Canaria ese 16 de julio de 2013. Hoy, diez mil aplaudieron a rabiar, cantaron al unísono el 'Valerón, Valerón' que conocían en La Coruña, por supuesto en otros lugares de España. Su relevo en el tramo final del partido se convirtió en una puesta en escena de un matrimonio que nunca se ha resuelto.

¡Vaya sociedad a la derecha!: Nauzet y Valerón, fabricaron esta vez el 2-0 al Mirandés (C. Torres)

El Flaco nos dejó dos goles de genio. Resulta que no es ariete pero los mete como Rubén Cano; lanzándose en plancha tras un gran centro con el exterior de Tana, tocando con la canilla o vaya usted a saber otra buena jugada de Nauzet Alemán por la banda derecha. ¡Qué socios se ha buscado!. Juan Carlos marcó goles de manera sencilla, como es él, propios de un ariete. Y ocurrió porque otro día más se parece al Valerón que toda España ha aplaudido: convierte en fácil lo complejo, imagina el último pase y, esta vez, imaginó también el sitio del remate.

Ya no tiene dudas él: le quieren. Ya no hay dudas en las gradas: se quieren. Valerón, apenas unas semanas después de confesar en público que no estaba bien, que las piernas no son las de antes y dar un poquito de 'mea culpa' para asumir que el tiempo ha pasado, fue este sábado otra vez grande. Si le aplaudían en Vitoria, Lugo, Girona y Alicante, aquí le ovacionan a rabiar, con cariño.

Su último gol de amarillo lo marcó el día que, sin saberse aún, se despedía para ir al Mallorca (epílogo 1996-97). Hoy marca de nuevo en un 'begin the beguine'.

Las explicaciones del genio a Vicente Gómez y Apoño, en el descanso del partido (C. Torres)

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