B.P.

Miguel Ángel Ramírez no quiso secuestrar ni un centímetro de protagonismo a los verdaderos impulsores de esta historia. Cuando en 2005 arribó en el despacho principal, una de las propuestas que recibió de Paco Castellano y de Germán Dévora fue la recuperación de un trocito de Unión Deportiva que se había ido en el doloroso ERE de la etapa administrativa concursal. Ese era Federico Páez, amarillo desde su primer centímetro de su cuerpo hasta la última cana. El polivalente y servicial Páez regresó al club y hace unas fechas decidió terminar su ciclo para poder atender sus asuntos familiares en el disfrute de su jubilación.

Este sábado recibió la prometida insignia de oro y brillantes de la UD Las Palmas. "Este reconocimiento lo merecías desde hace muchos años", le dijo el presidente de la UD Las Palmas al ex futbolista y ex empleado de la entidad. "Te lo entregará Germán Dévora, porque ese era el acuerdo". El Maestro quería hacerlo en primera persona con uno de los jugadores que más ha admirado, en lo humano y en lo deportivo. Y Páez quería recibirlo del ahora presidente de honor y de entonces "uno de mis generales, como yo les decía".

Fue al césped del Gran Canaria para escuchar la ovación respetuosa de los aficionados, acompañados de Germán y Castellano, también de los consejeros Rafael Méndez y Antonio de Armas. Y de sus hijos. Se emocionó y no lo pudo ocultar cuando Germán le pudo colocar el bello emblema del club en esa chaquetilla de pibe que está a punto de salir con los amigos un sábado por la noche. Porque Páez, salvo por la nieve blanca que asoma en su azotea, es el mismo que cada día regó de alegría en la casa amarilla. En realidad, no se va; se eterniza.

Hijos, ex compañeros y consejeros de la UD Las Palmas, en el momento de abordar el campo de juego para el homenaje a Federico Páez (C. Torres)