Por José Juan Santana Ojeda
Después de apostar fuertemente a una final de este Europeo entre España y Croacia cuando escribía mi anterior comentario en Tinta Amarilla, veo que lo mío no es jugar a las adivinanzas. Ahora bien, no podrán dejar de estar en común acuerdo conmigo que tanto España a Francia, como Croacia a Dinamarca bien pudieron haberles ganado y en los dos casos más por fallos propios que por méritos de los contrarios y a la postre que la final que yo preveía hubiera sido más emocionante que lo fue este Dinamarca-Francia.
En el caso de España en la semifinal contra Francia, tras un comienzo flojo se logró llegar al descanso ganando de dos goles pero si a una selección como la francesa se le vuelve a dar por segunda vez la oportunidad de coger ventaja en el marcador, cuando les llegamos a tener contra las cuerdas, pues no van a dejar de aprovechar la oportunidad y más cuando son unos especialistas en saber gestionar el tiempo cuando van con ventaja.
Así llegamos a la lucha por las medallas de este Campeonato de Europa y tenemos que decir que la disputa de la medalla de bronce brillantemente ganada por España por tan sólo un gol de diferencia ante Croacia, tuvo todo el interés y emoción que por desgracia para los aficionados no tuvo la Final entre Francia y Dinamarca que fue cualquier otra cosa menos lo que se podía esperar de una gran final.
A Dinamarca se le recordara como la selección que llegando a la Final del pasado Mundial y de este Europeo como favorita, salió vapuleada en ambas finales por España y Francia respectivamente. Parece como si se le indigestara a los daneses encontrarse en una final de un torneo internacional porque tragarse cuarenta y un goles en lo que se supone balonmano de primer nivel sólo se explica tras ver los reiterativos desaciertos durante todo el encuentro por parte de la selección danesa.
Todos comprobamos como la defensa danesa jugando un 6-0 fijado a la línea de seis metros, sin búsqueda de la profundidad entre líneas ni anticipación ante las traslaciones y desplazamientos del ataque francés, no era el mejor sistema defensivo. Sin embargo, así estuvieron viendo como una y otra vez su portería era perforada gol tras gol. Creo no equivocarme al expresar que al seleccionador danés se le podrá reconocé su categoría, pero cuando le veo en el banquillo "metió en un grito", me pregunto si ello le permite discernir con lucidez lo mejor para los intereses de su equipo.
De nuestros Raluy y Sabroso sólo podemos decir en su beneficio que se limitaron a ser meros espectadores de la debacle danesa y en esta ocasión aquella virtud en el arbitraje de "pasar desapercibidos" es lo mejor que se puede decir de la primera pareja de árbitros españoles con un presente más que consolidado a nivel internacional y un futuro que auguramos de grandes éxitos.