Un momento cumbre de la temporada o nada
27/02/2014

Por Manuel Borrego

Hay una imagen que fue captada el pasado sábado frente al Girona, con las semivacías gradas del Estadio de Gran Canaria, que podría convertirse en la escena cumbre de la actual temporada. Es el instante en que salta al campo Carlos Aranda relevando a Juan Carlos Valerón. Ese momento tan singular, con tanta carga emocional a su alrededor, despertaba la incógnita en el aficionado que, disconforme en amplia mayoría, respondió a ella con el abucheo o la protesta. Y todo se agudizaba en el primer momento en que el delantero malagueño saludó al balón y contactó con él.

Tras esa fotografía hay más que el gesto de un cambio, tan habitual en todos los partidos. Con independencia de los jugadores elegidos para la instantánea, hubo un relevo también en la idea futbolística del equipo de Sergio Lobera. Hasta ese minuto Las Palmas percutía una y otra vez contra la defensa catalana, como antes pudo haberlo hecho en otros partidos y ante rivales obsesiones en cubrir sus espacios defensivos. El balón iba al pie de un amarillo a otro, el juego horizontal y la falta de profundidad le llevaba a 'garantizar' el cero en el portal visitante. En la decisión del cambio del pasado sábado, sin embargo, queda oculta una reflexión del entrenador que posteriormente dio resultados. Porque la dupla ofensiva con Aranda integrándose a la par de Asdrúbal hizo también que el equipo modificara su idea de juego: Había que realizar un pase menos para encontrar el camino del gol; y había que encontrar zonas donde recibir el balón con un desplazamiento al espacio libre.Con esas herramientas, bien interpretadas por los actores que estaban en el campo, Las Palmas volteó la adversidad.

Lo valioso de la salida de uno y la entrada del otro no es el nombre en sí. Valerón es infinitamente válido para cualquier sistema de juego que quiera emplear Lobera; ya lo demostrado. Lo importante es el cambio del concepto en el juego de ataque de la UD Las Palmas. No le hicieron falta 25 contactos del balón entre sus piezas para encontrar el empate. Bastó un pasó profundo de 20 metros emitido por Apoño, un desmarque acertado de Aranda y el olfato final de Asdrúbal. La triple A del equipo conectó jugando al espacio libre y no al pie. Y ahí, Las Palmas ya fue un equipo imprevisible (dichosa palabra) para el Girona.

Durante un rato, apareció por el césped del Estadio de Gran Canaria un equipo amarillo que más se parece al que ha intentado buscar su cuerpo técnico durante casi meses de competición. El modelo de un cambio y la predisposición de los futbolistas a realizarlo tienen la llave de esta Liga para el representativo. Y el futuro nos dirá si esa imagen, tan simbólica, queda en el añorado punto de inflexión o en nada.

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