Dos afirmaciones de Lobera relacionadas con el oficio y la intensidad de sus jugadores dibujan una derrota que puede dejar secuelas para la emisión de los billetes directos a Primera
M.B.
La UD Las Palmas ha dejado virtualmente en las maletas del Deportivo de La Coruña y de la Sociedad Deportiva Éibar la posibilidad de que ambos emprendan vuelo hacia la Primera División de forma directa esta temporada dentro de tres jornadas; o antes. El equipo de Lobera le dio vida este domingo a un adversario que no ganaba desde hacía ocho jornadas y se obliga a remontar cinco puntos al conjunto gallego (golaverage general resuelve en caso de empate a puntos final) y cuatro puntos al combativo conjunto armero (cuatro puntos reales y el parcial particular además).
Esta derrota 3-2 ante el filial blanco puede tener una trascendencia absoluta. La mágica frontera de los 70 puntos ya es imposible para el candidato grancanario y para todos los demás aspirantes salvo gallegos y guipuzcoanos. Pero la gravedad de la situación que queda tras esta jornada es que el Éibar, el adversario más inmediato, podría certificar el ascenso directo con su doble partido en Ipurúa de manera consecutiva en las jornadas 40 y 41. Lo tiene en su mano. El Deportivo, por contra, todavía tiene dos puntos más de margen y quizá le valga una solitaria victoria en tres jornadas para sellar su regreso a la Primera División.
Esa es la realidad y aunque los números de esta Liga tan alocada puedan invitar a cualquier desenlace, lo cierto es que salvo sucesos sorpresivos en la zona alta de la tabla, el destino de Las Palmas pasa de nuevo por la promoción que ya disputó la pasada temporada.
Más preocupante que la pérdida en Valdebebas, sin embargo, fue la baja intensidad competitivaque el equipo de Sergio Lobera ofreció durante 40 minutos en Valdebebas. En ese periodo, el que se jugaba catorce temporada con un duro remar en busca de la tierra prometida no pareció estar metido en una finalísima acorde a los puntos que estaban en disputa. Durante ese tramo de tiempo cedió un terreno en el marcador que resultó irrecuperable luego, mostrando una fragilidad e inconsistencia impropia de un conjunto que se jugaba la vida en ello. Perder es uno de los desenlaces previstos en cualquier competición; hacerlo de esta manera, con tanto en juego, genera decepción.
Lobera, como en él es habitual, no disfrazó su análisis pospartido, que viene a subrayar las imperfecciones ofrecidas en esta final que no lo pareció. "Nos faltó tensión competitiva", "carecimos de madurez (ante un equipo filial)", ... estas dos valoraciones del entrenador ya no admiten más comentarios. Al mencionarlas tras el encuentro y aún en caliente la herida, las palabras del técnico pueden enredarse en la marea de comentarios decorativos del partido. Pero el calado de lo que dijo el entrenador aragonés es muy profundo e implica a la propia preparación ajena a lo físico y táctico que a él implica como gestor de grupo.
Las Palmas se fue al descanso con tres goles en contra, con Barbosa en primera plana por sus decisivas intervenciones, sin haber recibido una tarjeta y con un rival crecido, que con la presión teórica del descenso jugó a sus anchas desde zona defensiva hasta los últimos metros del campo. Un mar de contradicciones caminan paralelas a este 3-2, como se aprecia.
La Real Academia de la Lengua juega con las ideas para ofrecer una de las acepciones de 'quimera': "Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo". La UD Las Palmas, con su extraño comportamiento en esta Liga, metiéndose en esos toboganes anímicos tan inesperado, es el agente perfecto para explicarlo.
Habrá más finales y el representativo ha de recuperar la fibra de equipo finalista porque detrás hay una marea amarilla que, otra vez, no sabe si amarle o tirarle de las orejas.