El Gran Canaria Arena redobla sus prestaciones en apoyo al Gran Canaria. Los jugadores lo dan todo en el campo; los aficionados se entregan en las gradas
B.P.
El Granca entró en el último minuto del partido eliminado, con el marcador en contra un punto abajo, después de una dura batalla en la que casi siempre le tocó correr detrás del Unicaja. En ese momento el nuevo templo amarillo multiplicó sus prestaciones en apoyo del equipo local, más allá de lo realizado en los 39 minutos anteriores. Los decibelios se elevaron creando un abrigo poderoso que proporcionó alas a los hombres de Pedro Martínez. Dos tiros libres de Bellas culminaron la última remontada; dos tiempos muertos consecutivos y una jugada a falta de 3.6 segundos para el conjunto andaluz. Pero en ese escenario tan amarillo a Fran Vázquez le tembló la muñeca y se le evaporaron las ideas, porque eligió la peor forma de intentar lo imposible, con un triple que no encontró la dirección adecuada.
Hay tercer partido y hay esperanza. Porque el Gran Canaria y los suyos siguen siendo cómplices en una misma empresa. Los jugadores lo dan todo en la cancha; los aficionados se entregan en las gradas. Esa fórmula del éxito no la poseen todos. A tanto entusiasmo llevó la celebración final que el speaker del pabellón traspasó incluso el partido del desempate para anunciar la clasificación del equipo insular para la siguiente ronda del play off; luego explicó la vinculación del tercer encuentro a ese desenlace, aunque en Málaga no estarán los nuevos pobladores del imperio Pío pío.
El Gran Canaria Arena ha vivido la primera hazaña importante de su inquilino. Le esperan muchos días de gloria. Se multiplica y ha logrado en poco que nadie nombre a su hermano mayor. Todos los aciertos del club de la ACB son muchos, empezando por el compromiso que sus jugadores han adquirido con el escudo, con los aficionados, con el cuerpo técnico y con los dirigentes que les contrataron. Han celebrado también en el nuevo parqué la victoria de la misma manera que lo hacía en el Centro Insular. Tras tocarse con el alma se despiden con las manos, uno a uno. Nada ha cambiado; sólo han crecido. Y queda lo mejor. Felicidades.