24 años después, Argentina vuelve a cruzarse a Alemania en la final de la Copa del Mundo. Si el pase de los germanos fue brillante frente a la anfitriona Brasil, la Albiceleste encontró su billete en la tanda de penatlies (4-2) frente Holanda, con dos intervenciones decisivas de su arquero Romero al rechazar el primer y el cuarto penalti de los tulipanes.

Argentina estará en el estadio Maracaná el domingo. No se recordará cómo los hombres de Sabella lograron el pase en el Estadio Arena Corinthians (63.287 espectadores) de Sao Paulo, tras 120 minutos de un fútbol soporífero, sin mordiente, horizontal, en estado de pánico por parte de las dos escuadras que no querían arriesgar y apenas crearon un puñado de ocasiones.

El valor de los argentinos llegó en el tramo final de la prórroga y, especialmente, en los penalties cuando tuvo más ambición y precisión que Holanda. Para superar esta eliminatoria de semifinales, para Argentina resultó más útil esas paradas de Romero y la garra que contagió a sus compañeros Mascherano, porque la inspiración de Messi, esta vez no asistido por el lesionado Di María, no apareció sobre el césped paulista.

Argentina se esmeró en no correr riesgos ante una Holanda que asustó a todos los competidores del Mundial brasileño por su cruel exhibición ante España. Pero la albiceleste no dejó espacios para carreras de Robben o los disparos de Van Persie. Al contrario, adoptó muchísimas ocasiones, sin importarle que el reloj corriera en una noche soporífera de fútbol, pero emocionante hasta el último lanzamiento de Maxi Rodríguez, que daba la clasificación a los sudamericanos.