La noche de los argentinos, al menos para ellos, terminó así tras recoger las insignias. Les reclamaron desde Naciente y ellos acudieron. No es la grada que conocieron pero sintieron que tenía la misma intensidad que entonces, en el Insular. Fernández se puso eufórico y alentó a los aficionados de aquel sector. Sus compañeros le siguieron. El homenaje acabó siendo recíproco. Y algunos aplaudieron desde el cielo; sobraron palabras.