El minuto sublime de una derrota
16/03/2015

Por Manuel Borrego

"La derrota tiene una dignidad que la victoria desconoce" (Jorge Luis Borges)

Fue duro el 2-1 en el Heliodoro, extraño el 1-2 del Osasuna, irritante el 2-1 de Lugo y doloroso, especialmente sensible, el 0-3 de este domingo frente al Betis. Esas son todas las batallas perdidas de un total de 29 de la UD Las Palmas. El dolor de ese último marcador sobre el ahora líder es debido al doble sentido de los puntos en juego y la sensación adicional de perder un sillón que gustaba, en el que todo el océano amarillo se sentía compensado porque podría viajar en él hacia el destino que se escapó la pasada temporada a sólo tres segundos del final.

De ese partido perdido (una fracción de 42 totales) hay análisis de todo género. Pero nos centramos en el minuto sublime que, a nuestro juicio, se ha vivido en el Estadio de Gran Canaria. En plena oleada de aficionados subiendo de espaldas al campo las escaleras, la leales a la UD Las Palmas -creemos que comenzando desde Naciente- enviaron el mensaje opuesto a los jugadores de Paco Herrera y, en consecuencia, al resto de la tripulación del proyecto. Esa ovación, repetida de nuevo al final del encuentro cuando estaba ya todo perdido en la batalla -no en la guerra-, era la primera señal de una realidad que 24 horas después se impone: "seguimos todos en la lucha".

No es un gesto nuevo o extraño en el contexto ambiental de esta sufridora UD Las Palmas. Recordamos a bote pronto la vuelta al campo y la gran ovación que le brindó el Estadio Insular a la plantilla de 1997-98, luego de perder la promoción con el Real Oviedo (3-0 y 3-1) en aquellas extrañas circunstancias del partido de ida en el Tartiere. Incluso días antes, cuando el equipo de García Remón, perdía la batalla del ascenso directo con un 0-4 frente al Logroñés, el Estadio al completo desoyó a los que restan en un gesto de agradecimiento popular de idénticas proporciones ... Dos años después estaba en Primera División.

La unión entre grada y equipo tiene muchas veces más raíces en la fidelidad que en el sibaritismo. Ese instante cierra heridas y son peldaños que en el futuro se escalan, porque la propuesta no decae. Si alguna vez un equipo como la UD Las Palmas le ha hecho llorar, amigo lector, jamás podrá desprenderse de él. Ese minuto de reconocimiento público es la primera reparación de una avería, que no fue siniestro total aunque así se quiera dejar ver en algunos sectores. Es cierto que Las Palmas no tiene el aroma de la primera vuelta, que su fútbol carece de tanta profundidad y goles; pero no menos que en el partido contra el Betis hubo una batalla en buena lid, cara a cara, los grancanarios al nivel de los andaluces durante el primer periodo del encuentro. Las Palmas generó fútbol, estuvo el conjunto de Paco Herrera muy seguro y mereció el gol antes que su rival. Esa manera de interpretar el partido no es argumento de una crisis. Sí, en cambio, nos preocupa el desplome anímico y el desorden general que el equipo sufrió en la primera media hora de la segunda parte. Tras el primer gol de Jorge Molina, el bajonazo emocional fue profundo, extraordinario; sin capacidad de respuesta. Esa imagen exhibida parcialmente no es la de un equipo ganador.

Es preocupante pero no alarmante. Porque estos paréntesis lo hemos visto ya antes: Los 80 minutos frente al Tenerife, la media hora de Lugo tras la extraña decisión del penalti a Marcelo Silva y ahora, durante 30 minutos, frente a un Betis poderoso, sin duda "la mejor plantilla de la categoría", como recordaba la pasada semana en Tinta Amarilla uno de sus gestores, Tino Luis Cabrera. Ese problema es de Paco Herrera y, utilizando el símil que él mismo empleó a Canal Plus para hablar de la sequía de Araujo, habría que decirle lo mismo: "que se j....: arréglelo".

La otra parte del contrato permanece entre la grada. Gestos leales son los que hacen falta y muchas más veces. Tal día como hoy, una vez la UD Las Palmas se ha descabalgado del primer puesto y de la zona de ascenso directo, vale seguir la estela de las palabras de Borges para comprender el mensaje que ha dejado en Gran Canaria esta derrota: El liderato tantas semanas ostentado no era un regalo, es un premio. A Las Palmas nadie le regaló nada para estar a 13 jornadas de la conclusión muy cerca de su principal objetivo, que no era precisamente ganar al Betis. Es otro. El sábado, en Soria, volverá a luchar por él.

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