Tras la autocrítica de la semana, el equipo de Paco Herrera necesita recuperar su presión al adversario y la puntería en los metros finales, ante un rival cuyo clásico diseño táctico le ofrecerá las mayores dificultades a los atacantes
Manuel Borrego
Cuando la UD Las Palmas visitó en la primera vuelta Montilivi, ambos equipos estaban en parecidas circunstancias a las actuales: los catalanes eran segundos, tras la estela del Valladolid, y los grancanarios le perseguían de inmediato. Entonces aquel partido tenía signos de ser uno de los claves de la temporada y, con la victoria visitante, se convirtió en el detonante de una reacción que llevó a los amarillos a estar en el ático de la clasificación durante 17 jornadas de forma ininterrumpida.
Ese encuentro vuelve a repetirse este domingo, pero ahora en el Gran Canaria y con parámetros reconocidos: el Girona quiere mantenerse en privilegiada posición y Las Palmas desea salir de su laberinto. El panorama posterior al choque es sensiblemente diferente porque ahora ya el espacio de corrección es menor y porque el resultado puede crear signos de sumas y restas en tan apretada campaña dentro de la Segunda División. El UD-Girona de la jornada 33 es una final y así lo parece.
La trascendencia del mismo, además, la ejerce la propia dinámica titubeante del equipo de Paco Herrera porque, circunstancias arbitrales al margen -el ejemplo de Albacete es uno más al pasarse por alto un claro penalti a Ortuño-, el once grancanario no se encuentra a sí mismo. Y le ha tocado una semana de meditación y autocrítica interna para alcanzar la conclusión de todos conocida: si la UD Las Palmas no muestra el grado de presión y cohesión que exhibió sin balón en la primera vuelta, sus recursos para ganar se reducen de manera notable. Y ahora lo que se necesita es precisamente la victoria.
En la víspera del encuentro fue más contundente el propio entrenador que el resto de los futbolistas que han desfilado en los últimos días para analizar el comportamiento colectivo. Herrera llegó a catalogar como "mal equipo" cuando la UD Las Palmas se enfunda el disfraz de especulador. Y no deja de ser cierto: a través de la contención tan atrasada se le hace más difícil encontrar las líneas de pases en las inmediaciones del área y las conexiones de ataque con sus principales artilleros.
En este escenario tan claro, al menos a nivel de análisis, se presenta el equipo diferente de la Liga, un adversario que con su esquema de juego le va a poner en graves dificultades las maniobras de ataque a los Nauzet Alemán, Ortuño, Araujo y compañía. La voluntad del Girona, que viene de sufrir un año antes la amenaza de un descenso a Segunda B, es la de protegerse con el mayor número de efectivos posibles y desplegarse con los justos. Ese tipo de rival no es el idóneo para el juego que practica esta temporada la UD Las Palmas, que necesita espacios y metros tras la zaga visitante para avanzar en velocidad.
Pero tampoco al Girona le podría servir de mucho cualquier resultado que no sea puntuar, porque ya dejó la huella del 1-2 en Montilivi. Ese es el partido que este domingo se propone, donde de las palabras escuchadas han de pasarse a los hechos. Como dijo Culio, "desde fuera del campo todos son Maradona ...". El problema está dentro y allí es donde los jugadores que llevaron a la UD al liderato han de aparecer. Y ya con carácter urgente.