El capitán del Castro Morales recoge el trofeo de campeón, recibe un homenaje y se retira a los 26 años de edad por consejo médico
M.B.
La semana había sido especialmente dura. Jorge Rivero, capitán del Castro Morales, sabía desde hacía un mes que tenía lesiones en su espalda, pero en la consulta del doctor Javier Hernández Campos, un amigo y un profesional serio, recibió la noticia que ningún deportista espera en pleno apogeo. Tenía que elegir entre la lucha canaria o asumir el riesgo a secuelas de mayor gravedad que podrían impedir llevar una vida normal con el transcurso del tiempo.
De repente, los años en la arena pasaron a toda velocidad para el número cuatro o cinco del equipo teldense. La decisión era evidente pero antes quedaba por enjuiciar la temporada con la disputa del título de lucha corrida, para el que tanto había contribuido. Jorge se convirtió en el gran protagonista de la noche playera de Arinaga. Por todos lados aparecía su nombre. Si ya era popular, especialmente en el sector femenino de la afición teldense, este viernes su efecto se multiplicaba por doquier.
Hubo lágrimas por Jorge. Familares, amigos, compañeros, el mandador Juan Martel. La lucha canaria le había dado un premio posiblemente inesperado. Se le escapaba de las manos pero le entregaba la posibilidad de recibir un trofeo, el más refrescante de la historia del Castro Morales, en sus manos. Fue él el que llevó el preciado premio hasta sus compañeros y el que fue manteado entre aclamaciones.
Jorge luchó también. Ganó dos puntos para su equipo, frente a Javier Martín y Fernando Godoy. En ellos puso experiencia y picardía para soportar la embestida, especialmente la de Godoy, al que derribó en una especialidad de contra. Su concurso lo cerró Ángel Suárez, pero no el final feliz de una carrera deportiva que no puede rebasar la barrera de los 26 años de edad.
Ovacionado, fue objeto de un homenaje popular antes de las celebraciones del campeón. Su día de gloria fue completo, completísimo. Acabó su tiempo en la arena, se hará mayor su espacio en los despachos del Castro Morales. Porque, además de deportista, es miembro de su directiva; el de los dineros en tiempos, ahora mucho más. Hubo lágrimas por Jorge, pero en realidad nunca se irá.
Galería: C. Torres