M.B.

Un día diferente, sin duda. Un divertimento, una manera de desconectar de la competición y un entrenamiento exigente: lo fue todo. Este jueves la plantilla de la UD Las Palmas acudió al Sur grancanario, pero el escenario era el Hangar37 (karting de Tarajalillo), para pasar unas horas sin el amigo el balón. A modo de comando, dos grupos de jugadores participaron en los juegos modelo ‘Call of Duty' llevados a la realidad física en un escenario militar para ensayar.

"Hay que tener cuidado. No nos podemos desproteger del casco; los periodistas han de estar identificados con chalecos y no quitarse las gafas de protección. Las bolitas van a 380 kilómetros por hora. Hay que seguir las indicaciones de los árbitros. Y ser leales al juego. Cuando uno reciba un impacto, se retira con un brazo en alto y el fusil agachado", les señalaba uno de los instructores a los jugadores amarillos. "Pero, por experiencia, ya les avanzo que los equipos de fútbol son los más tramposos que conocemos en este juego".

Esa frase les hizo cosquillas a los jugadores de Paco Herrera. Con sorna se miraban entre ellos y, cómo no, saltó la pregunta. "¿Tienen granadas?", dijo Culio. "Nauzet, por su parte, también se sacudió una duda. "¿No a los periodistas, por qué?". Hubo respuesta para ambos. "Sí, hay granadas, pero conociendo un poco ... a ustedes no se las vamos a dejar. Diviértanse con las balas".

Paco Herrera estaba un poco lejos, escuchando y analizando los acontecimientos. No se enfundó el uniforme militar, ni tampoco sus ayudantes. Prefirieron subirse a una atalaya artificial de Hangar37 y, desde allí, realizar una inspección junto a Ángel Rodríguez y al preparador físico, Rafael Cristóbal. Los futbolistas, armados hasta el dientes, se dividieron en dos grupos. Casi por un hecho natural los Valerón, Culio, Momo, Nauzet, Varas, ... se alinearon en el mismo escuadrón. El resto, enfrente. "Tomen posiciones ... " y, con el bocinazo, comenzaron los tiros.

"No, ese no es Vicente; es Willian José", le decían a Paco Herrera. El entrenador identificaba desde las alturas uno a uno a los guerrilleros. "Lo ves, es Vicente. Sólo con los andares conozco a mis jugadores. Ese es Momo, aquel que asoma la cabecita es Nauzet. Te das cuenta, Ángel: los veteranos no arriesgan, no se exponen a los disparos".

Habían transcurrido ya bastantes minutos y muchos eliminados cuando una figura esbelta apareció por entre unos arbustos. "Ese es el Flaco, ¿dónde estaría todo el rato?. Se las sabe todas".

Durante dos horas las competiciones propuestas por los organizadores de Hangar37 se desarrollaron con pulcritud. Entre risas, bromas, disparos inocentes (una periodista de la Tele Canaria recibió un impacto en la cara y un juez-árbitro en el costado) se fue vaciando la mañana. Para la cuarta ronda del día ya había jugadores con signos de agotamiento. "Uff, no sigo. Me cuido. Creo que he perdido tres kilos", decía Jonathan Viera. A su lado, Valerón, que revisaba el cargador.

El objetivo estaba cumplido. Las mentes se liberaron y el trabajo físico, exigente con tantos otros días, se realizó de otra manera. Pero, Jonathan tenía algo que añadir. "Esto lo hicimos en Valencia y con pintura. Y aún así no había manera ... Hay setenta tramposos en el campo de tiro", asintió.

El día en el Sur de Gran Canaria completaba una semana de entrenamientos y una nueva experiencia porque, salvo error u omisión, ninguno de los jugadores actuales de la UD Las Palmas conoció por dentro un cuartel militar. "Yo, mismo", nos reconoció Valerón. "Es la primera vez que me acerco a la mili". Acudieron a este particiular día de los tramposos, como la película de Kirk Douglas, todos los miembros de la plantilla salvo los lesionados, incluyendo en este grupo de ausentes a Hernán, Alcaraz y El Zhar.

Galería de fotos asociada: C. Torres