Manuel Borrego
Es humano poseer juicios de valor sobre cualquier asunto relacionado con el deporte en actualidad. Es humano, como el errar o acertar. La prudencia también es una herramienta de la humanidad que muchas veces no se ejerce cuando la aventura de un pronóstico se lanza a la opinión pública sin tener los datos certeros en la mano. Sólo es cuestión de esperar.
Cuando Aíto García Reneses llegó al Gran Canaria entonces se argumentó desde el club, a través de su presidencia, y desde la cabeza de la Consejería de Deportes del Cabildo de Gran Canaria, que la venida del experimentado técnico español se producía en un intento de dar un salto competitivo. Ese razonamiento, sacrificando a un entrenador respetado y admirado como Pedro Martínez -no vimos manifestaciones en el Arena pidiendo su vuelta-, fue duramente castigado por un sector de la opinión pública, incluso por profesionales de la comunicación que se lanzaron a la marea sin cubrirse.
Hablamos hoy con parte de los datos en la mano: el Gran Canaria de Aíto García Reneses, con una plantilla ajustada a un presupuesto pero razonada por el staff técnico, ha logrado meterse en dos finales tras año y medio de gestión. Ese dato es innegociable. Pero es que además en el encuentro por la lucha del título de Copa del Rey de este domingo, el equipo amarillo se metió tanto en el partido que estuvo muy cerca del título. Muy, muy cerca; hasta el punto de que por momentos Pablo Laso perdió la calma porque su trasatlántico tambaleaba en el Coliseum coruñés.
Aíto, a pesar de la dureza de los kilómetros viajeros de los que tanto se queja y de las múltiples condicionantes en forma de lesiones, tiene una evidente influencia en todo esto. Su efecto queda ya patente y los detractores de su fichaje hoy callan, a pesar de quedar desnudos por la evidencia de sus conquistas. Dos finales, objetivos clasificatorios cubiertos, un jugador que mejoró en sus manos y que saltó a la NBA, una ilusión creciente, ... Queremos más.
Pero hay un segundo salto en esta final, distinta a la vivida en la Eurocup frente a los rusos del Khimky. Hoy, por momentos, el Gran Canaria no solo fue un equipo competidor que llegó a La Coruña para dejarse ver en la Copa. Hoy fue un aspirante al título, una amenaza que sólo desactivó para el Real Madrid cuando sonó el último bocinazo. La magia del veterano director de orquesta aún funciona.
Pese a la derrota, es un día feliz para el Gran Canaria, para sus aficionados, para sus promotores y, especialmente, para los que pensaron cómo dar este salto de un equipo simpático a una amenaza de los gigantes del basket.