Episodio 2
José Manuel León fue partícipe estelar en el inicio de aquellos años de oro de la UD Las Palmas. En los 3 partidos de la salvación de 1967 anotó tres goles, que revive explicando cómo el relevo técnico fue el detonante que colocó al equipo en órbita
Manuel Borrego
"En una ocasión coincidimos con Michel González -hoy entrenador del Málaga-. Mantuvimos una amena charla hablando de fútbol. Y nos llegó de orgullo conocer una frase que a él y a sus compañeros del Real Madrid les dijo en su día Luis Molowny. Les había confesado que, como entrenador, había disfrutado dirigiendo a la Quinta del Buitre y a los Diablillos Amarillos".
La segunda entrega del serial del 50 aniversario de la Época Dorada de la UD Las Palmas (1967-1969) recorre la opinión de uno de sus protagonistas: José Manuel León, un futbolista y técnico fusionado al estilo Molowny, el entrenador que dirigió aquellas hazañas en amarillo y azul con el tercer puesto y el subcampeonato de Liga de Primera División.
Mamé fue uno de los primeros actores en la reacción experimentada el 9 de abril de 1967, cuando el Mangas Molowny tomó el mando de la nave supliendo a Juan Ochoa. El entonces astuto extremo de la Unión Deportiva rememora para los lectores de Tinta Amarilla aquel momento en el que tuvo especial importancia tres goles suyos en los tres partidos finales de un campeonato de Primera en el que Las Palmas evitaba un descenso ganando 2-0 al Barcelona, con empate 1-1 al Espanyol y victoria 2-0 al Deportivo.
"Juan Ochoa era un excelente entrenador", puntualiza León. "Pero llegó al club después de haber estado en el Mundial de Inglaterra como ojeador. Estaba impregnado de lo que había visto. Vino con ideas británicas para implantarlas en la UD Las Palmas. Y no era nada fácil".
Estábamos desmoralizados
Recuerda León que el entrenador vizcaíno se obsesionaba por el cambio de juego. El pasar el balón de izquierda a derecha saltándose el estilo habitual de una plantilla que estaba compuesta y cuyos jugadores se conocían al dedillo. "El equipo no estaba cómodo con este modelo. No comprendían algunos jugadores cómo se renunciaba a combinar con la lógica habitual de nuestro fútbol. Los resultados no acompañaban" y la situación se fue complicando.
La directiva de Juan Trujillo Febles daba el siguiente paso para el cambio que, entonces sin saberlo, iba a proporcionar la mejor etapa en su historia de la UD Las Palmas. "Estábamos desmoralizados", reconoce cincuenta años después José Manuel León. "Y entonces vino Molowny. Él era un hombre de la casa, que nos conocía bien. Y para nosotros todo cambió de un día para el siguiente. Molowny nos hablaba en canario", sintetiza León al exponer la clave de su gestión.
No le fue difícil ganar la autoridad. La columna vertebral del equipo que había sido campeón de España juvenil con el Mangas estaba en la plantilla. Y el resto de los jugadores también le conocían bien. "El, lo primero que nos hizo, fue quitar la presión sin restar el valor de lo que teníamos que hacer para salvar al equipo. Nos decía: Vístete despacio, que tengo prisas. El jugador comprendió en seguida su mensaje. Él estaba hecho como entrenador para nuestro estilo; y nosotros para él".
De aquel primer partido ante el FC Barcelona (goles de Guedes y el propio León) recuerda que "todo salió a la perfección. Niz tenía un saque de banda muy largo, al igual que Pedro Lasso, nuestro capitán de los Diablillos. Colocaba el balón en el área y así se daba la oportunidad de gol". Tras el devío de cabeza de Guedes para el 1-0 llegó el tanto de la tranquilidad del propio José Manuel León. "Yo tenía clara una frase que siempre me dijo Molowny. El delantero debe ser astuto. Y cuando hay un balón dividido, se produce un "tuya/mía" entre el portero y el defensa. En la indecisión, el balón es del contrario. Y eso ocurrió aquel día. Ellos (los del Barcelona) dudaron y yo metí la pierna para el 2-0".
León le amargó la tarde a Sadurní. No fue la primera vez. "En otro partido también le marqué en una jugada de corner en la que José Juan, nuestro delantero, acostumbraba a molestar al portero. Tras el gol vino Gallego y le dijo a su compañero: No llores tanto, no te quejes y vete a por él".
Era un entrenador con mano izquierda
León había tenido aquel 1966-67 un año complicado. Pero en el epílogo de tres partidos, de la era Molowny, anotaría goles decisivos que facilitaron la salvación de los amarillos. "Molowny consiguió lo que quería. El fue clave en aquellas temporadas tan brillantes del equipo. Tenía mano izquierda con los jugadores, pero también con los directivos, con la prensa, con los aficionados, ... con todos. Conocía bien el fútbol por dentro y a las personas".
Explica su manera de entender el fútbol. "Molowny quería el fútbol sencillo. Explicaba la teoría de tener el balón para protegernos del contrario. Pero no tenerlo de cualquier manera. Le decía al equipo que el primer apellido de los de atrás era Defensa. Porque le gustaba tener al grupo siempre ordenado en el campo, que fuera solidario para no ser sorprendidos. Por ejemplo: al lateral no le daba autorización para ir constantemente al ataque. Porque si lo hacía así no era capaz de sorprender dado que siempre estarían atentos a cubrir esa acción. Si Martín Marrero lo hacía de forma calculada en algunas ocasiones, entonces sí tenía el factor de la sorpresa a su favor".
Pero, "en ese momento había que tener orden. Si Martín atacaba, yo debía irme al centro del campo para crearle ese espacio por la banda. Y, a la vez, Gilberto debía estar atento para cubrir el lateral si Martín se quedaba descolgado con un ataque rival. Ese es un ejemplo de coordinación que nos sirve para explicar cómo era de ordenado y solidario en el campo el equipo de entonces".
La transmisión de aquella idea y otras en el terreno de juego fue un éxito desde el primer día y en las temporadas sucesivas. "El jugador tenía claro cuál era su papel en el equipo" resume León. "Molowny se manejó con pocos jugadores. Tenía una plantilla pero jugaban 14, sin dar paso a las rotaciones salvo en momentos de algún lesionado. Hizo un bloque, tenía un fútbol definido y se había producido con éxito un relevo generacional con un equipo que, salvo excepciones, era además muy joven".
La ginebra de un señor inglés
El jugador y Molowny eran un todo. Mamé León revive una simpática anécdota que se produjo unos meses después, en noviembre de 1967, tras ganar 4-1 al FC Barcelona en el Estadio Insular. El equipo acostumbraba a realizar sus concentraciones en el Hotel Santa Brígida y Molowny estaba doblemente contento: "Porque ganamos y porque era madridista como todo el mundo sabe", apunta León.
En la concentración los jugadores dormían en habitaciones dobles. Pero en aquel momento, por lleno de huéspedes, la dirección del hotel facilitó otras habitaciones en las que hicieron noche hasta cuatro futbolistas. "La que nos tocó a nosotros se había convertido en residencia habitual en la isla de un señor inglés, que en ese momento no estaba. Había dejado algunas cosas personales para su vuelta a Gran Canaria. Nos pusimos a investigar y encontramos unas botellas de ginebra", descubre León. "Cuando nos dimos cuenta estábamos casi todos los del equipo en la misma habitación, cada uno con su vaso de gin-tonic brindando por la victoria. Y con los vasos en alto ... se abrió la puerta. Era Molowny. "Ah, pero están todos aquí", dijo. Nos miró uno a uno desde allí, sin entrar del todo, y cuando se percató de lo que ocurría sentenció: "Buenas noches". Y se fue a su habitación. A la mañana siguiente, a otra cosa. Era sabio".
El asunto, sin embargo, no se había terminado. "Nos contó el director del hotel que días después, cuando el señor inglés regresó a la isla, fue a prepararse una bebida. Y protestó en la recepción: "¡Esto es agua!", dijo sorprendido. "Porque rellenamos las botellas con agua del grifo. Al fin y al cabo parecían lo mismo".
Para ser campeón nos faltó creerlo
Ese equipo se salvó en 1967; en 1968 fue tercero, muy cerca del primer puesto, y en 1969 acabó subcampeón. "¿Qué nos falto?. Quizá creer realmente que podíamos ser campeón. Sin embargo, Las Palmas jugaba bien, marcaba en todos los sitios, nos temían y éramos ambiciosos. Pero nos faltó algo aunque no debemos de olvidar que entonces, como ahora, el Real Madrid y el Barcelona eran dos trasatlánticos y nosotros un equipo modesto".
El factor arbitral contó. "Ya lo creo. El favoritismo nos perjudicaba ante los colegiados. No trataban igual a ellos que a nosotros o a otros equipos modestos. Una vez (temporada 1967-68) estábamos volviendo loco al Madrid en el Bernabéu. Pirri le decía a sus compañeros que no intentaran hacer lo mismo que Las Palmas, que no imitara el juego nuestro. "¡Nosotros a lo nuestro, a lo nuestro!", gritaba. Gento estaba desquiciado e intentó calentar al público contra el árbitro. Le escuché decir a Zariquiegui (colegiado navarro): "Paco, por favor, no me eche el público encima o le expulso". Y aquél le respondió. "No tiene coj... de hacerlo". Y no lo hizo. El Madrid, a la postre campeón, ganó el partido 2-1 con un tanto final de Pirri. Y fue Gilberto el que acabó en la caseta antes que el resto.
Faltaba un encuentro para acabar la Liga después de aquél en el Bernabéu. El Madrid acabó primero (42), seguido de Barceona (39) y Las Palmas (38). "Estuvimos muy cerca".
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