Episodio 3
Ulacia explica por qué la UD Las Palmas se quedó cerca del título de Liga en sus mejores años en Primera. Antes, tuvo una actuación decisiva en un partido clave para salvar al equipo: "Jugué contra el Espanyol entablillado y logramos el empate de la permanencia"
Manuel Borrego
"Hace poco volví de vacaciones a mi tierra. Y estando allí me dije: aquí no pinto nada. Me vuelvo a Gran Canaria". José Luis Ulacia (16 de octubre de 1938) fue uno de los dos principales protagonistas en la portería de la más brillante etapa de la UD Las Palmas, la denominada etapa dorada de los mejores puestos en la Liga española (1967-69). Llegó al club de la mano de su paisano técnico Urbieta y se afincó de tal manera que todas sus raíces posteriores fueron completas en la isla, como uno más de los nuestros. La UD de entonces estaba cubierta por futbolistas canarios y dos guardametas vascos, pues Ulacia hacía guantes con su paisano Ignacio Oregui, con el veterano valenciano Pepín Casas como tercera opción.
En aquel epílogo de la temporada 1966-67, Ulacia tendría un papel fundamental en la salvación de la UD Las Palmas tras el arribo a su banquillo de Luis Molowny relevando a Juan Ochoa. El equipo tenía tres partidos para salvar la categoría, empezando con la victoria 2-0 al Barcelona (9 de abril de 1967) y el empate 1-1 con el Espanyol (1-1, en Sarriá, el 16 de abril). Y en ese encuentro se produjo una actuación determinante, con signos de heroicidad, del portero donostiarra. Ulacia rememora para Tinta Amarilla aquellos momentos vividos medio siglo atrás.
"Llegamos a Barcelona con la necesidad de puntuar porque el equipo aún no estaba salvado. Teníamos problemas en la portería y no recuerdo con exactitud por qué Pepín no pudo jugar el partido", puntualiza. Así que "Molowny habló conmigo. Viajé lesionado porque tenía una fractura en un dedo de la mano derecha desde el partido anterior. Había que pasar el encuentro y salvar la categoría. Era un día decisivo".
Ulacia abandona golpeado el terreno de juego, junto al masajista Pepe González y a Juan Guedes (Archivo Norberto Rodríguez)
Entablillado, sin parar un balón
Ulacia no lo dudó. Entonces no había restricciones como las actuales y el colegiado le permitió participar en el encuentro con una escaloya, con el brazo entablillado. "No podía parar la pelota, eso lo tuve claro. Aquel día fue todo muy complicado. En aquella época los porteros no teníamos guantes ni otras protecciones. Cada balón que llegaba al área lo despejaba de un manotazo. Alejé todos los que pude, el Espanyol realizaba su juego para sacar provecho".
Pero contó Ulacia con la solidaridad de sus compañeros de la retaguardia amarilla. "Recuerdo que primero marcó el Espanyol, con una jugada de Cayetano Ré (gol de Rodilla, a los 6 minutos), pero luego empatamos nosotros con un tanto de nuestro delantero José Juan. Había que defender al menos ese resultado, que nos podía dejar en Primera División. El descenso habría sido un duro castigo". Por eso, además de su papel, "encontré en Tonono un gran aliado a mi trabajo. Principalmente él aquel día. Para mí Tonono fue el verdadero portero contra el Espanyol, porque nos salvó de muchos apuros. Empatamos y seguimos en Primera".
Aquel arrojo le costó caro a Ulacia. "Siempre me las llevaba todas. Tuve en mi trayectoria muchos golpes, porque no era un portero bajo palos. Una de mis virtudes era salir a por el balón y chocaba con delanteros de la época". Al volver a Gran Canaria, aún quedaba un partido (2-0 al Deportivo), pero Ulacia no fue el titular sino el recuperado Oregui. "Estuve muy fastidiado. No podía ni moverme, con mucho dolor. Durante unos diez días me los pasé en cama, pero la Liga se había terminado y habíamos cumplido el primer objetivo con el nuevo entrenador".
El hombre que veía el 5 de frente
"Desde entonces, en las Ligas siguientes, fuimos para arriba". La mano de Luis Molowny se dejó notar en la salvación de 1967. Pero aún quedaría lo mejor. Ulacia fue el portero que siguió como titular en la campaña 1967-68, que terminaría con el tercer puesto de la UD Las Palmas. "Teníamos una defensa extraordinaria", recuerda el portero vasco. "Tonono era muy inteligente en el campo. Era contundente cuando necesitaba hacer. Yo también valoro muchísimo el trabajo de Paco Castellano. Él se encargaba del marcaje directo con los delanteros de la época, que solían ser jugadores muy importantes, fuertes y rematadores. Paco les marcaba y Tonono era el que rescataba el balón. Lo hacían perfectamente. Por eso, cuando Paco no estaba en el campo por algún motivo, yo pensaba: mal asunto".
Oregui y Ulacia, los dos porteros de aquella época gloriosa de la UD Las Palmas (C. Torres)
Los dos porteros vascos nos sentíamos especiales
La reacción del equipo con Molowny fue inmediata. "Yo había llegado a la UD Las Palmas diez años antes, en la etapa de la Primera División. Luis conocía a aquellos jugadores con los que había sido campeón de España juvenil. Supo acoplarles bien con otros veteranos para formar una plantilla. Los dos porteros vascos nos sentíamos especiales en el grupo. Era un gustazo verles jugar. Teníamos un fútbol muy claro, dominante; pero también peleábamos cuando teníamos que hacerlo. En todas partes nos respetaban".
Luis Molowny supo encontrar la clave de inmediato. "Su discurso con el futbolista era paternal. Sabía utilizar las palabras justas y el jugador lo entendía rápido. Y, además, daba mucha libertad a la creatividad. Por ejemplo, al delantero Erasto le decía que no tratara de hacer lo que hacía Germán. Porque lo suyo era rematar, la pillería. Él tenía claro lo que quería de cara uno".
Ulacia eleva a Molowny como "un entrenador fantástico. El fútbol se explicaba con pocas palabras: "Jueguen a lo que saben ustedes", nos comentaba. Eso sí, le gustaba el orden en el campo porque el resto era cuestión del jugador".
La llave del hotel
Para explicar cómo era el trato del técnico tinerfeño con sus futbolistas, Ulacia nos cuenta su propia anécdota asociada a un permiso de salida que el portero decidió ampliar un poco más de lo debido. "No recuerdo a la hora que debíamos volver al Hotel Condal, en Barcelona. Pero yo me pasé un poco más. Ya era madrugada. Al llegar a la recepción pedí la llave de mi habitación pero el recepcionista me dijo: Su llave la tiene el entrenador. Ufff. Subí y toqué la puerta de don Luis. Me abrió, me dio la llave y me dijo con ironía: "Buenos días".
Ulacia pensó que en cualquier momento podría llegar una reprimenda. Pero "pasaron dos días y entonces él me llamó en el tren, no recuerdo al lugar que íbamos. Me sentó a su lado y me habló con tranquilidad, explicándome que yo era un jugador con galones en el equipo y tenía mi responsabilidad. No volvió a ocurrir más. Su forma de hacer las cosas era sencilla y también eficiente".
El portero vasco estaba disfrutando sus mejores momentos en el fútbol profesional. "Incluso meses antes, cuando se estaba haciendo la selección para Inglaterra, pude ir a la selección. Villalonga se puso en contacto con García Panasco, porque era el candidato a la suplencia con Iríbar, según me comentó el secretario general del club. Sin embargo, una lesión me lo impediría. Una lástima. Al final acudió Betancort, que era portero del Real Madrid entonces".
El Madrid era mucho Madrid
"Yo disfruté mucho con el juego de nuestro equipo", admite Ulacia. "Las pasé canutas antes en mi etapa en Las Palmas. Había debutado en Pamplona, ante Osasuna, en febrero de 1959 (2-0). Aquel día mi padre me había ido a visitar y me trajo una botella de sidra asturiana y un kilo de angulas. Tenía el estómago lleno porque pensaba que iba a ser suplente, pero a la hora del partido Navarro Mazzotti me dijo: "¿estás preparado para jugar?". Asentí. Fue uno de los días más felices de mi vida deportiva. Me llegó por sorpresa".
No sospechaba entonces, en aquel inicio que conocería un descenso y más tarde un ascenso, que Las Palmas sería uno de los principales equipos del país en el ciclo de 1967-69. "Pudimos ganar la Liga, estábamos muy cerca. ¿Por qué no lo hicimos?. Porque el Real Madrid era mucho Madrid. Sin embargo el papel de Las Palmas fue muy importante, a la par de los mejores de España. Por momentos, creíamos que lo íbamos a conseguir".
"La clave de aquella gran Unión Deportiva era la camaradería de los jugadores. Éramos un grupo de amigos y disfrutábamos dentro y fuera del campo. Incluso si teníamos que irnos de fiesta lo hacíamos todos juntos. Las Palmas era una sola y la afición nos ayudó muchísimo", resume. "Jugamos grandes partidos, ganamos en muchos estadios, era difícil batirnos, hicimos muchos goles, ..."
Ulacia, atendido por su compañero Aparicio, en la recuperación de su rodilla (Archivo Norberto Rodríguez)
Y Ulacia cubrió una primera etapa en aquel periodo. Porque después de 25 encuentros en la Liga 1967-68, sufrió el último de sus infortunios. "Tuve una lesión en la rodilla izquierda que acabaría por retirarme del fútbol. Había dudas médicas sobre la naturaleza de la misma. La mala suerte se produjo cuando me operé aquí porque al abrirme la rodilla no se realizó la intervención. Sin embargo, sufrí una infección de quirófano. La pierna se me quedó con un palo, tiesa. Me intervinieron más tarde en Barcelona y, tras una dura recuperación, volví a jugar dos partidos más en 1971. Había pasado más de dos temporadas. El último encuentro fue contra el Málaga, 1-2, con goles de Viberti -de falta- y Migueli. Me acuerdo perfectamente. Y ahí dije basta".
Pero su nombre queda escrito en aquella UD Las Palmas memorable cuya huella no borró el tiempo.
Queda expresamente prohibido copiar, reproducir, difundir, publicar o modificar cualquier material incluido en el Sitio Web de Tintaamarilla.es sin previo consentimiento expreso y escrito de sus titulares.