Manolo López era el benjamín de la primera plantilla de Las Palmas Atlético, en 1977: "Teníamos un equipazo y a veces Miguel Muñoz suspendía los partidillos con los profesionales por nuestras ganas de competir"
Manuel Borrego
El actual equipo filial de la UD Las Palmas está en estas fechas de conmemoraciones. Son 40 años de vida, desde que su primer presidente, Domingo Ponce Arencibia, lo puso a funcionar con José Manuel Leónal frente.
Y en esa primera plantilla, el benjamín debutante del grupo procedía de Arucas, en camino un notable portero que señalaría una etapa en su demarcación en la UD Las Palmas, en el CD Tenerife y en el fútbol canario en general.
Manolo López (18 de abril de 1961) tenía 16 años, 4 meses y 21 días cuando se hacía su aparición en la portería del filial, tras su paso formativo por el Arucas. El debut se produjo frente al CD Toledo (3-0) y no lo hizo una semana antes, en Leganés, porque hubo un contratiempo administrativo para validar las autorizaciones de su licencia. El trámite no llegó a tiempo y las primeras intervenciones gatunas se produjeron en el Estadio Insular aquella tarde victoriosa contra los castellanos.
Sin embargo, su primera vez lejos de la isla fue apenas unos días después, el 13 de septiembre, pues Las Palmas Atlético jugó Copa en La Romareda (3-0), contra el Zaragoza. "Yo era el niño del equipo", recuerda López desde la distancia para los lectores de Tinta Amarilla. "Ese partido de Zaragoza era mi primer viaje. Empezó el día lloviendo y yo de eso no sabía. En mi vida había jugado con guantes y, como no los llevaba en el equipaje, Toni Bermúdez tuvo que estar buscando uno por la ciudad antes del partido. Para nada, porque nada más comenzar el encuentro me sudaban las manos. Y me los quité. Todo era nuevo para mí: la hierba, el rival de Primera, el mismo viaje".
Directo, sin pasar por juveniles
El Zaragoza formó aquel día con Irazusta, Heredia, Royo, Indio, Oñaederra, Bustos, Rubial, Simarro, Juanfra, José González y Juanjo. Las Palmas Atleti lo hizo con Manolo, Mayé, Noda, Doblado, Toledo, Benito, Carmelo, Juani, Felo, José y Farías.
Apenas se le prestó atención en la isla a aquella salida copera del filial, porque ese día la UD Las Palmas estaba goleando 5-0 al Sloboda de Tuzla en partido de ida de Copa de la UEFA.
"Yo nunca jugué en categoría juvenil, salvo con la selección española y con la de Las Palmas en el Torneo del Atlántico. Siempre era el más pequeño del grupo de jugadores. Pasé directamente a formar parte de un equipo de futbolistas que tenían entre 18 a 25 años", apunta con precisión. "El trato con todos fue familiar. Nos ayudábamos muchísimo y a mí en especial".
La captación y la apuesta por Manolo podría parecer arriesgada. León creyó en él desde que le vio. Casi con 20 años ya estaba debutando en Primera, para iniciar un ciclo de 225 partidos oficiales en dos etapas y múltiples vivencias.
"Todo era distinto entonces. Mi padre tenía mucha confianza en mí, daba el respaldo a todo lo que yo decidiera. Me firmaba la autorización para poder jugar porque yo era menor de edad. Me traía a la capital y regresaba con él tras los entrenamientos. Y, cuando él no podía, el resto de los jugadores nos ayudábamos entre nosotros. Yo era un niño muy mimado por mis compañeros. Me cuidaban como a un hermano menor".
La furgoneta de Benito, en Arucas
En aquella época, el traslado desde Arucas a Las Palmas tenía su exigencia. "Benito Morales, que entonces tenía 25 años y era el más veterano del grupo junto con Toledo, me iba a buscar en la furgoneta de una empresa. Benito jugaba al fútbol, todavía no había llegado a ser profesional, y tenía que trabajar también como repartidor de carne. Pasaba por Arucas para buscarme e ir juntos en su vehículo a Barranco Seco o a donde tocara el entrenamiento".
"Apenas sabíamos del fútbol de césped natural. Si lo pisábamos era en el Estadio para jugar los partidillos semanales con el primer equipo. Las Palmas Atlético tenía un equipazo. Ya lo creo", sintetiza antes de descubrir que "los encuentros contra el primer equipo eran una motivación. Nos gustaba competir y a los jugadores profesionales aquello no les hacía especial ilusión. En más de una oportunidad Miguel Muñoz tuvo que suspender el partidillo por nuestras ganas de competir".
En la plantilla de jugones de aquel equipo filial que zarpó en 1977, con el nombre de Las Palmas Atlético, el mundo caminaba al revés: el más joven estaba en la portería y, delante, una colección de futbolistas con hambre cuyo primer logro fue el ascenso a Segunda División B en 1979. "Subieron muchos de mis compañeros al primer equipo y otros lo merecían. Había un gran nivel en una Tercera División que no era como la de hoy. Ese equipo, sus jugadores y técnicos, merecen un reconocimiento. Empezaron algo que todavía hoy se disfruta y nos enorgullece".