Para los que sentimos el orgullo de haber sido amigos de Sergio, ayer fué un día triste porque, después de una larga enfermedad, que sobrellevó con admirable valentía, entereza y serenidad, Sergio pasó de esta vida a "otra", que, para los creyentes representa la plena y definitiva, en la que se colman todos nuestros íntimos y profundos anhelos de felicidad e infinitud.
Conocí a Sergio allá por los primeros años setenta del siglo pasado y desde un principio me percaté de su extraordinaria personalidad, llena de las mejores virtudes de humanidad, bonhomía, reciedumbre de carácter, inagotable iniciativa emprendedora y sana ambición.
Potenció de forma considerable la empresa que heredó de su padre, situándola en un lugar puntero dentro del tejido empresarial canario y asumiendo valientemente el difícil reto de su internacionalización.
Hombre de profundas convicciones liberales, en lo político y en lo económico, defensor a ultranza de la economía de mercado y libre empresa, se implicó sin reserva en la defensa y promoción de los intereses generales de nuestras islas, sin rehuir en ningún momento las incomodidades e incomprensiones que pudieran provenir de las instancias de poder político y administrativo.
Tuvo Sergio en vida la enorme satisfacción de verse rodeado de una familia que le adoraba y de muchísimos amigos que le querían, así como de un merecido reconocimiento público por su ejemplar trayectoria personal, social, política y empresarial.
Sergio, que nos sirva de consuelo por la dolorosa pérdida de hoy, el convencimiento que nos anima a muchos de tus familiares y amigos, de que en algún momento nos volveremos a ver. Hasta siempre.
Nicolás Villalobos de Paiz.