50 años sin el Mariscal
Manuel Borrego
En el contexto del 50 aniversidad del fallecimiento en activo de Juan Guedes Rodríguez, Tintaamarilla.es recupera un reportaje publicado en nuestro diario digital. Fue contado en vida por Ernesto Aparicio, que fue amigo personal, compañero y, además, el hombre que estuvo cerca del legendario jugador en los días previos a su desaparición en activo.
Este es su testimonio:
A Ernesto Aparicio (Las Palmas de Gran Canaria, 6 de abril de 1936) se le humedecen los ojos cuando habla de Juan Guedes. El Capi conoció al Mariscal desde que éste debutó en Ceuta "porque fuimos compañeros en aquella su primera alineación", hasta el instante de su fallecimiento tras una larga noche de agonía. Él acompañó a su amigo hasta el final: "De repente", explica, "tomó aire en profundidad y dejó de quejarse cuando casi eran las siete de la mañana. Y entonces pensamos: ya descansa". Así fue.
Expone Aparicio que "no conocí un caballero del deporte como él. Era único". Prácticamente fue presentado a sus compañeros en aquel largo viaje de abril de 1961 a la localidad norteafricana. "Me acuerdo poco de ese partido pero sí que Ríos y Ciáurriz discutieron porque querían ir junto al chófer en el taxi. Pero no tengo la imagen de Guedes en aquel viaje", añade. "Sin embargo, al poco tiempo de ingresar en el primer equipo nos dimos cuenta de que Juan Guedes tenía un carácter excepcional. Incluso con los veteranos, a pesar de su corta edad. Ya se notaba que iba a ser el líder futuro del equipo".
Los lazos fueron creciendo con los años y, tras terminar los encuentros, los jugadores se reunían para soñar en público durante aquellos largos desplazamientos peninsulares: "Guedes siempre decía que un día iba a ser presidente de la Unión Deportiva Las Palmas y que se vería fumando puros con Santiago Bernabéu en el palco del Real Madrid. Y, desde ese cargo, había decidido que Tonono sería el secretario técnico del club, y que Germán y León serían los entrenadores. Yo le preguntaba qué es lo que tenía previsto para mí ... Y, ya ves: he sido el que estuve treinta y un años luego como masajista" resumen con añoranza.
TRES ROBINSONES EN EL ISLOTE DE LOBOS
Guedes, en primer término, sonríe mientras tira del transporte del islote de Lobos, en 1964. Le ayuda Aparicio. El autor de la imagen es Ulacia. Durante una semana disfrutaron en solitario de unas vacaciones inolvidables(Foto: archivo personal de Ernesto Aparicio)
La unidad entre los jugadores de aquella época dorada de la UD Las Palmas rebasaba el umbral de la amistad. Hasta el punto de que Ulacia, Aparicio y Guedes decidieron en el verano de 1964, después de lograr el ascenso a la Primera División, irse de vacaciones en solitario a Fuerteventura: "Salimos a las doce de la noche en el correillo León y Castillo. Íbamos de aventura porque a Ulacia le gustaba la pesca y nosotros queríamos diversión. Llegamos a primera hora a Puerto del Rosario y, de allí, a Corralejo. Una noche pescamos unos cuarenta kilos entre sargos y chopas. Los mismos pescadores estaban asombrados", continúa. "pero veíamos con los prismáticos el islote de Lobos y decidimos ir hasta allí. El farero había cruzado la Bocaina porque se celebraban las fiestas del Carmen y nos dejó en solitario en aquel paraíso, a los tres, durante una semana. Nos dijo que, si ocurría algo, hiciéramos una hoguera en una montaña y entonces acudirían en nuestra ayuda. Lo pasamos genial: pescábamos de todo y en cantidad, mientras dormíamos en el lugar donde se resguardan los barquillos. Fue un viaje inolvidable. Ulacia era el pescador, yo el cocinero y Guedes ... el de los puros (habanos)".
La anécdota de aquellas vacaciones quedó reflejada en una imagen captada por Ulacia: "el farero nos dejó el carro para transportar las cosas en el interior de Lobos. Pero el burro Perico no estaba y fue Guedes quien tiró del carro. Esa foto la guardo con mucho cariño. Yo le ayudé".
"PUDIMOS SER CAMPEONES"
Aparicio era en aquella época de esplendor el capitán del equipo: "teníamos un gran grupo de jugadores. Pudimos ser campeones de Liga, nos faltó un poco de ambición nada más". Y en esa estructura Juan Guedes lucía con luz propia: "No he conocido a un jugador de su jerarquía y no sólo por su calidad futbolística. Quizá Valerón podría estar a la altura de sus pases. Pero lo que hacía a Guedes diferente era su personalidad, su carácter en el terreno de juego. Era el que mandaba. Lo de Mariscal se lo debe a Antonio Ayala, el periodista del Eco de Canarias. Fue un gran acierto definirle así. Su clase nos impresionaba a los propios jugadores".
"Lo que hacía diferente a Juan Guedes era su personalidad. El apodo de Mariscal se lo debe al periodista Antonio Ayala: un gran acierto"
Cree Aparicio que el mejor partido de Guedes lo jugó en el Nou Camp, el día que la UD Las Palmas ganó por primera vez a domicilio al FC Barcelona (1-2), con los goles de Germán y Niz. "Aquel día, entre tantos futbolistas buenos en el terreno de juego, era Guedes el que mandaba. Él dirigió al partido a su antojo y Germán lo finalizó delante. El público del Nou Camp lo asumió. Yo no actué, porque era reserva, pero disfruté de nuestro equipo y del juego de nuestro líder. Lo que hacía Guedes era impresionante".
"Su juego nos convertía mejores a todos los compañeros", añade, "lo supo interpretar Gilberto I, que sacó mucho rendimiento a la velocidad al lado de un futbolista tan inteligente como Guedes. Le envió unos pases tan precisos que hoy serían regocijo nacional".
LOS ÚLTIMOS DÍAS
Aparicio no puede evitar reírse al recordar mentalmente una anécdota: "es que a Guedes le tenían respeto hasta los propios entrenadores del equipo, especialmente Juan Ochoa". Narra el episodio ocurrido en la concentración del equipo en Los Berrazales cuando, en un paseo colectivo después del almuerzo, el técnico quiso conocer qué jugador tenía el vientre 'suelto' aquella tarde. "Guedes levantó el brazo y aclaró que había sido él. Y entonces (risas) Ochoa se frenó y dijo: Bueno, Juan.... y ya está. Se sentía algo intimidado por la personalidad de Guedes, sin duda".
Y así pasaron los años hasta que brotó el cáncer de colon que cerraba la vida de tan extraordinario futbolista. La UD Las Palmas le hizo entonces un encargo especial al Capi Aparicio, retirado ya de la práctica activa: "don Jesús García Panasco me pidió que le cuidara en la clínica por las noches. Todos tratamos de ayudarle y le hice mucha compañía. Pero Guedes", añade, "era muy listo y aunque nadie le decía con exactitud los riesgos de su enfermedad, él hacía preguntas y preguntas hasta acorralar al doctor Emilio Tomé y a los médicos que le atendían. Una noche yo me hice el dormido mientras él hablaba con su tío, que también le acompañaba en la habitación. Y allí le dijo que sabía que lo que tenía no era bueno y le pidió que cuidara de sus hijos. Era consciente de lo que pasaba a su alrededor".
Antes de aquel fatídico 9 de marzo de 1971, Guedes padeció con mucha entereza los efectos desgarradores de su enfermedad. "Fue ejemplar. El último día yo acudí, por orden de los médicos, a comprar morfina a la farmacia que está cerca del Metropole. Fue la única vez que se la inyectaron. No olvido su sufrimiento y la conmoción que causó su muerte. El día en que nos dejó estaba triste, era nublado y cuando se conoció la noticia del fallecimiento, la ciudad entera se quedó en silencio. Se nos había ido uno de los grandes de la historia de nuestro deporte y también un amigo inmortal", concluyó.