Opinión: Paquito Ortiz

Ascenso de 1996: El valor del grupo
05/06/2021

Paquito Ortiz fue uno de los miembros de la plantilla de la UD Las Palmas que viajó al completo durante los cuatro años en la etapa de Segunda B, de 1992 a 1996. Expresa en un artículo de pinión para los lectores de Tinta Amarilla la clave asociativa que se generó en el equipo del ascenso dirigido hace 25 años por Pacuco Rosales. Habla de una serie de valores que él recibió en el seno de la entidad, en su vida personal y que más tarde transmitió como ejemplar capitán de los amarillos.


 

"La fuerza del grupo es la fuerza de los líderes" (Vince Lombardi)

 

El valor de un grupo lo podría determinar la búsqueda de un objetivo común y la determinación y el compromiso de los implicados para alcanzarlo. Por otro lado, el camino hacia una meta nunca es sencillo, pero si se aporta humildad, motivación y, ciertamente, trabajo en equipo, las probabilidades de alcanzar el éxito aumentarán considerablemente, incluso, en el fútbol, cuando todo lo expuesto, en muchos casos, también necesita algo de fortuna. Por suerte, nosotros la tuvimos, representada por una multitud, que vestida de amarillo y entonando cánticos de aliento, abarrotaba el añorado Estadio Insular.

 

Una temporada marcada con un único objetivo, una plantilla diseñada para ello, y un cuerpo técnico con ambición en conseguirlo. Solidez, dinamismo y gol, en lo futbolístico. Compañerismo, autoexigencia y esfuerzo, en lo humano. Serenidad, respaldo y sentido común, en la gestión. Aspectos característicos de un grupo, que a pesar de encontrar alguna dificultad, continuó firme y decidido en alcanzar el reto propuesto.

 

Se completó la liga regular con solvencia, lo que permitió preparar, con cierta antelación, la liguilla de ascenso. En no pocas ocasiones, este tipo de situaciones puede generar debilidad física, relajación mental y, por supuesto, pérdida del espíritu competitivo. Pero no, se demostró fiabilidad, convencimiento y una regularidad contundente hasta afrontar, en el Martínez Valero de Elche, el partido decisivo. El resto, ya es la historia de una alegría compartida y celebrada; en el propio estadio, en el avión, en el aeropuerto de Gando, en la playa de Las Canteras... Una semana después, el intrascendente partido del Insular se convirtió en el eco de un ascenso, tan sonoro como impecable, tan intenso como festivo, y tan liberador como multitudinario.

 

Pasa el tiempo y 25 años después, la memoria puede perder el rastro del detalle, el movimiento de la acción y hasta el color de la imagen. Lo que seguro no olvida, es una celebración imborrable junto a un puñado de jugadores, que duraron poco y dieron mucho, y que quizás, sin las urgencias posteriores, se hubieran convertido en la fuerza de un gran grupo.

 

A ellos, y a todos los que celebraron con nosotros, ¡gracias!

 

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