25 años después el entonces segundo entrenador de la UD Las Palmas no encuentra la explicación absoluta del "por qué ese ascenso a Segunda A fue tan grandioso"
Manuel Borrego
Quizá nunca se ha valorado con exactitud el papel que asumió Juan Manuel Rodríguez en aquella campaña 1995-96, la del ascenso a Segunda División que ahora conmemora el vigésimo quinto aniversario. Estaba en segunda línea mediática, pero en la primera línea de fuego. Y a veces, fuego cruzado. Fue el ascenso uno de los servicios invisibles del Flaco al club que lleva grabado a fuego, como ahora hace con promoción futbolística de jugadores de cantera y exitosas maniobras en el alambre de la Segunda División B.
Pacuco Rosales se rodeó de un puñado de jugadores solidarios, volcados por el objetivo. Y de un equipo técnico que escuchaba la voz siempre serena del jefe de ese colectivo Pepe de la Rosa y que hacía un trabajo de pegamento entre los actores de amarillo, resolviendo las situaciones internas, aportando consejos al responsable de las decisiones y hasta enfrentándose a quienes querían mandar en todos los terrenos, incluso donde no les correspondía. No eran muchos los asistentes de Rosales, con Octavio García en el otro lado del ariete, pero salvaron con acierto los obstáculos que aparecieron en el camino. Y que curiosamente no lo ponían exclusivamente los equipos adversarios.
Juan Manuel entonces era, además de segundo entrenador, el responsable técnico de Las Palmas Atlético. "Mi papel fue el que me dejaron", revive con la profundidad que otorga el tiempo en su memoria. "Era el segundo entrenador, cumplía esa función. El equipo tenía una gran preocupación por los años que estuvimos en Segunda División B. También era el cuarto proyecto en la categoría. Veníamos incluso de un play off en el que no se ascendió. Por todo ello era un reto importante y se pudo conseguir con una apuesta muy fuerte de todos".
Sus recuerdos
"Tenía cuatro sesiones diarias, porque asumía el cargo en Las Palmas Atleti entonces. Reunimos un grupo humano muy potente, donde todos fueron a una. El mérito de los jugadores fue conseguir algo importante para la afición. Pocas veces he visto tanta grandeza, tanta gente junta esperándonos (tras el regreso de Elche), deseando que saliéramos de la categoría", comenta Rodríguez (...) "Nuestra afición no es sólo de Primera; es una afición muy grande".
"He visto fotos de la época que ahora impresionan. ¡25 años!. Me acuerdo del regreso de Elche, donde no podíamos salir del aeropuerto de tanta gente que nos esperaba. De ver a la gente por los puentes, a altas horas de la madrugada, esperando el paso de la guagua; fue algo inusual. Fue impresionante todo, difícil de relatar".
"Hubo posteriormente un ascenso a Primera División (2000), pero no sé por qué el de Segunda B a la Segunda A fue algo diferente. Quizá por el deseo de salir de esa categoría donde estuvimos bastante tiempo, quizá queríamos cambiar, fue algo tan grandioso. El haberlo vivido es un orgullo personal saber que lo disfrutó toda nuestra gente".
El final de aquel proyecto llegó tras el éxito de la vuelta al fútbol profesional. El ‘fuego amigo' acabó con las funciones de Juan Manuel, aunque sucedió minutos antes de que Pacuco Rosales renovara un contrato que solo se aplicó para las seis siguientes jornadas en Segunda A. La fiebre del 96 se apagó desde dentro, aunque comenzaba otra.