Una jugada de triangulación rompe el escudo de once defensores del Éibar, con dos gestos técnicos y tácticos notables de la UD Las Palmas
Manuel Borrego
El primer gol de la UD Las Palmas en Ipurúa es una obra de arte colectiva, que podría pasar de puntillas porque finalmente su desenlace no consagró la victoria. Es una jugada de triangulación que rompe el escudo de once defensores del Éibar (incluyendo al portero Cantero), realizado con dos gestos técnicos y tácticos notables por parte de los jugadores de García Pimienta.
El ataque podría atascarse con un rival protegiendo su renta mínima con el objetivo adicional de salir al contragolpe. Pero los amarillos se asocian para desmontar a una defensa armera que acumuló a los diez jugadores de campo (y portero) en pocos metros frente al área.
El ataque se carga por la banda izquierda, en una posición donde está ubicado Jonathan Viera. Sus compañeros lo buscan como epicentro de la jugada. En el toque constante el balón llega hasta Kirian y precisamente Viera hace un desmarque de ruptura hacia el corazón del área, al encontrar una puerta ‘abierta’ entre la última línea de zagueros.
El balón deja de estar a ras de suelo y vuela en la búsqueda del 21 amarillo. Sin embargo, Viera renuncia al control del esférico porque su movimiento ha propiciado que el Éibar tenga que hacer también un retroceso corto de líneas. Pero es espacio suficiente para tocar el cuero con la cabeza y buscar el remate de Sadiku en el primer poste. Esa posición es la favorita del albanés, que trata de ganar la plaza anticipándose a los defensores y rematando al primer contacto.
El gol se produce con un movimiento coral perfecto en apenas tres segundos. Tres amarillos se asocian y desmontan a diez rivales con vocación defensiva.