B. Pérez

El dorsal 28 de la UD Las Palmas, destinado a jugadores del filial que puedan participar en el primer equipo con licencia de categoría de club vinculado, se va a convertir en pieza cotizada en la UD Las Palmas. Porque con esta numeración a la espalda, que parece cargada de magia, han pasado los dos últimos juveniles de alta gama del equipo amarillo. Y, además, posee unos antecedentes relevantes en muchos de sus portadores.

Todo comienza desde que, tras el regreso a la Liga Profesional en 1996, los dorsales de los jugadores del equipo grancanario pasan a estar personalizados e intransferibles durante la temporada. La plantilla dirigida por Pacuco Rosales en 1995-96 y que ascendió a Segunda A fue la última en mostrar camisetas del 1 al 11 en sus equipos titulares. A partir de entonces, el primer 28 de la UD Las Palmas tuvo como destinatario el zaguero central Sergio Hernández, que posteriormente haría carrera en el Universidad de Las Palmas.

En algunas campañas el 28 estuvo vacante, porque está condicionado con la aparición de jugadores filiales en el primer equipo. Pero sí lo lucieron con esta condición futbolistas de estimado talento como Pedro Vega (1998-99), Rubén Castro(2001-02, aunque debutado con Kresic un año antes con el 26), David González (2002-03), Momo Figueroa (2003-04), Sergio Suárez (2006-07), Tyronne del Pino (2010-11, incluso el día en que jugó como portero circunstancia), José Artiles (2011-12), Benito Ramírez (2016-17, camiseta que entregó como promesa a su abuela Nana), hasta los mencionados Pedri y Moleiro.

Otros jugadores que llevaron este número no se consolidaron en la plantilla: Humberto(2007-08), Vicente Moscardó (2008-09) y Stephane (2015-16), en el caso de los dos primeros incluso debutantes.

El nuevo 28 está por conocerse. Pero si el criterio es la herencia de una carga futbolística de nivel, el listón lo han puesto muy alto sus últimos usuarios.