B. Pérez

Desde hacía varias temporadas, el césped del Estadio de Gran Canaria no alcanzaba rango de noticia. Todo iba perfecto. Había quedado atrás la celebre frase que en su día emitió Sergio Kresic cuando, en su segunda etapa como entrenador, llegó a decir que a causa de las imperfecciones “el balón salta con un conejo y es difícil controlar” por los futbolistas.

Con la pandemia, además, el uso de la instalación fue tan reducida que apenas en dos temporadas hubo más que los encuentros de la UD Las Palmas y algún amistoso por el camino.

El aspecto de este 11 de julio, después de un mes de paralización y el paso de los conciertos celebrados durante el fin de semana, podrían causar una preocupación lógica en el cuerpo técnico que encabeza García Pimienta.

El césped tiene un mes, día arriba o abajo, para recuperarse porque el 13 de agosto el nuevo balón Órbita de la Liga comienza a rodar sobre él. La semilla debe estar para entonces perfecta en cuando a calidad para poder jugar al fútbol. Y desde ya está manos a la obra con operarios tratando de recuperarlo a pasos forzados.

Esos primeros trabajos de recuperación se producían a la par que se desmontaba todo el entramado del escenario del recinto, elementos añadidos al margen.

El tiempo dirá si el plan de recuperación es efectivo cuando el Real Zaragoza pise la instalación en la disputa de los tres primeros puntos de la competición. Y también si antes de ese día, la UD Las Palmas puede realizar en el recinto su tradicional ensayo general previo al inicio de Liga. De momento, una incógnita se ha abierto más para García Pimienta.

Cabe recordar que el césped ha de pasar la inspección de la Liga en cada encuentro, con normas específicas para comprobar su correcto estado. Los tiempos han cambiado y las constumbres del pasado deberían también hacerlo.