Manuel Borrego

La UD Las Palmas lleva siete semanas consecutivas tratando de llegar a su meta volante, que prácticamente se ha convertido en final de trayecto definitivo. Siete derrotas consecutivas han hecho que aparezcan las prisas por llegar, aunque el equipo de García Pimienta las tiene desde la tranquilidad.

Y esa calma solo la ha proporcionado lo bien realizado durante el campeonato, que le permite abordar este tramo con prácticamente todas las garantías de éxito. Pero ha de eliminar de la afirmación anterior el adverbio.

Del rival de la jornada, el Real Mallorca, no tiene noticias la UD Las Palmas desde hace 8 meses y 28 días. Porque fue el primer conjunto que se encontró en su calendario de Primera actual, el que primero le mostró la contundencia de la categoría y las exigencias del fútbol de segundas jugadas y presión.

De aquel 12 de agosto del pasado año (1-1 en el Gran Canaria) hasta ahora ninguno de los dos equipos cambió su estilo, aunque ambos mantienen el mismo rostro futbolístico y casi las mismas plantillas. Lo que todavía comparten baleares y canarios es la ambición de cerrar las matemáticas de permanencia.

Las Palmas quiere hacerlo con un resultado positivo, aunque entre las combinaciones posibles una derrota también podría valer si el Cádiz no es capaz de ganar su encuentro frente al Getafe. Por eso, prisas hay para que todo se ponga en orden y el mensaje sea ya definitivo.

En el once de García Pimienta para esta ocasión hay seguros cambios. Desaparecen Sinkgraven (su posible relevo Sergi) y también Perrone, ambos titulares en la fecha anterior. Y quizá el técnico decida otras modificaciones en función del rendimiento individual más cercano. Todo está bien empleado cuando la calculadora despeje todas las incógnitas. Y difícil será que una parte de la campaña empañe el todo de ella.