Tuvo la victoria en sus botas y también la permanencia en su último disparo. El balón golpeó el exterior del poste y se marchó. No hubo más y tras el pitido Pejiño se derrumbó. El barbateño cayó al suelo bañado en lágrimas. Sus compañeros le animaron porque no hay tiempo para lamentos; el Cádiz está a la vuelta de la esquina.
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