Manuel Borrego

El contexto de la retirada ‘en diferido’ de Rubén Castro coincide con el vigésimo aniversario de un doloroso episodio en la trayectoria de la UD Las Palmas, justo hace 20 años: La venta del propio ariete isletero y de Momo Figueroa para compensar una deuda con el Deportivo.

Todo se generó por la obligación de compra en 2001 del zaguero argentino Gabriel Schurrer, que había jugado a préstamo en la UD Las Palmas y con la condición de un traspaso obligatorio en caso de permanencia. Esta se produjo y Las Palmas contrajo con el club presidido por Augusto César Lendoiro un impago de 4,8 millones de euros.

El club grancanario, bajo la presidencia de Manuel García Navarro, había consolidado su descenso a Segunda B (junio de 2004), con una deuda tan gruesa que apenas unos meses después se vio inmerso en un proceso Concursal. De este siguiente episodio logró salir bajo el mando de Miguel Ángel Ramírez y una dura batalla judicial. Esa efeméride también merecerá una revisión.

Pero antes, había que cruzar varios puestos fronterizos. Uno de ellos era precisamente el Deportivo de La Coruña, entonces boyante conjunto de Primera División y ojeador de las figuras que emergían en la propia UD Las Palmas. Dos décadas atrás, miembros de aquel consejo de administración del club (Romero, Alemán y Rivas) se reunieron en La Coruña durante catorce horas con Lendoiro -según confesaron los emisarios de la UD- para buscar una solución, que fue muy satisfactoria para el club coruñés ante la asfixiante situación de la entidad grancanaria.

De aquella cita primero se supo que el mencionado Rubén Castro -pichichi de Segunda División A en aquellos días- y Momo Figueroa habían sido traspasados al Deportivo para ponerse a las órdenes de Javier Irureta en la pretemporada 2004-05. Rubén habría firmado entonces un contrato por 7 temporadas y Momo, por 5, según detalles desvelados a cuentagotas en los medios de la época.

En el documento se recogían más acuerdos, entre ellos la disputa de partidos amistosos del Deportivo con la UD Las Palmas durante 8 temporadas. Y, además, el club gallego se quedaba con el derecho de elección anual de jugadores de cantera de la UD Las Palmas para captarlos en dirección a La Coruña. El primero de ellos iba a ser Sergio Suárez. Este acuerdo tan lesivo acabaría por disolverlo el propio Miguel Ángel Ramírez en su etapa presidencial, casi dos años después.

Todo ello sucedía sin acabar la Liga de Segunda A 2003-04. Para completar la descripción del panorama cabe recordar que los dos últimos goles de Rubén ante la afición grancanaria los anotó frente al Tarrasa (2-1) y ante apenas 3.833 aficionados que acudieron a despedirlo al Gran Canaria tras una durísima campaña. Incluso en ese partido Rubén reaccionó con un gesto a las protestas de una parte de la afición que no entendía los acontecimientos de aquellos primeros días de junio de 2004.

Pero la realidad es que justo 20 años atrás, la UD Las Palmas debió desprenderse de aquellos dos jugadores de su cantera tan valiosos, estaba atenazada por una deuda que finalmente se cifró en 72 millones de euros en la etapa concursal, tenía a la afición disuelta y malhumorada, su cantera había perdido el ritmo de la prioridad competitiva … y su destino era de nuevo la Segunda B. En 2024 es un club saneado, juega en Primera y en las gradas del Gran Canaria se baten todos los récords de audiencia en Canarias. Y no necesita reuniones de 14 horas salvo para celebrar su colección de éxitos como club.