Puri Mbulito, el trueno que cayó en Rodríguez Monroy
Manuel Borrego
Manuel Borrego
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29/07/2024
Puri Mbulito, en su entrevista para la sección Mujeres Increíbles de Canarias (C. Torres)

Fue captada para el deporte cuando tenía 17 años y tras llegar a Gran Canaria desde su Guinea Ecuatorial. Pero pronto destacó a las órdenes de Mingo Díaz para convertirse en internacional absoluta de baloncesto

Fotos: C. Torres / Archivo personal

 

Tenía 17 años de edad cuando Purificación Mbulito Upolo (Bata, 2 de febrero de 1964) tuvo en sus manos por vez primera un balón de basket. No se imaginaba entonces el apasionante viaje que iba a protagonizar en un deporte que “me lo ha dado todo; si tuviera que vivir de nuevo quisiera repetir todo lo que he hecho a través del baloncesto”, afirma con rotundidad.

 

La historia de Puri comenzó a 3.960 kilómetros de distancia, en su país natal. Aunque ella, siendo niña, supo en 1978 del “jaleo que se montó” cuando logró Guinea Ecuatorial su independencia de España. La futura jugadora de baloncesto era miembro de una familia con diez hermanos, repartidos entre “tres chicas y siete chicos”. No había hecho deporte ni actividad física en el colegio donde residía como interna. Pero un día todo cambió porque voló a Canarias para empezar una nueva etapa. “Tenía 16 años y mi hermana, Trinidad, gestionó los trámites para que yo viniera a Las Palmas de Gran Canaria con la intención de terminar mi escolarización”.

 

De repente, la joven Puri se encontró en mitad de Escaleritas conociendo nuevas costumbres, palabras y aficiones. “En un colegio de Schamman, detrás del Parque Don Benito, terminé mis estudios escolares y más tarde pude especializarme en puericultura, además de corte y confección. Pero no fueron mis profesiones”.

Puri, en su etapa ecuatoguineana. A la izquierda, con su prima América Dougan, tía Mari Ángeles Makosso y una amiga -sentada-. A la derecha, con una vecina en Bata. 

 

Mbulito estaba por descubrirse a sí misma. “Nunca había hecho musculación ni deporte alguno. Lo único que practiqué, curiosamente, fue fútbol con chicos y chicas del barrio de Escaleritas. Jugábamos en el denominado ‘parque de picón’ … y no se me daba mal”. 

 

¡Fíjate Mingo, qué alta y fuerte es!

 

Pero en su camino iba a aparecer la singular pareja compuesta por Begoña Santana y Domingo Díaz. En aquel momento la ‘Bego’, como todos conocían, era base titular del CB Islas que dirigía su marido ‘Mingo’. Ambos observaron el físico extraordinario de Puri, que había ido en alguna ocasión a acompañar a sus sobrinos al Rodríguez Monroy. “Fíjate Mingo: ¡Qué alta y fuerte es!”, se fijó Begoña. Y fue en una tienda de comestibles donde lograron convencerla al coincidir mientras realizaban la compra.

 

“En realidad, yo era vecina de barrio de ambos. No sé por qué, pero acepté ir al Rodríguez Monroy a realizar unas pruebas con ese balón tan grande. No sabía nada de baloncesto, … Y recuerdo que al principio lanzaba con tanta fuerza que Mingo me decía: ¡Puri; vas a romper las canastas y no tenemos ninguna de repuesto!”.

 

Fue así cómo de la noche a la mañana la pareja de captadores del entonces Kerrygold (la empresa Rodrigonsa era patrocinadora del equipo) encontraron una perla que tenían que pulir para su conjunto de la máxima categoría femenina. “Empecé con el equipo junior, aunque no pude competir frente a Tenerife en la fase regional por un problema de documentación. Y ya, desde el inicio, pasé con el primer equipo del club”.

 

Puri: A por la americana

 

La tardía enseñanza baloncestística de Puri no fue un impedimento. Porque rápidamente captó todos los conceptos y con su 1,76 de estatura le enseñaron a jugar dentro de la zona. “Mi misión en cada partido me la decía gráficamente Domingo: Puri, a por la americana. Eso quería decir que la pívot del equipo rival no metiera una canasta; tenía que dejarla a cero puntos. Yo no era tan alta, pero he de reconocer que fui una jugadora físicamente fuerte. Había que dar en la zona y yo daba, aunque también recibía. Por cierto: lo más difícil para mí era botar el balón. Y aún hoy creo que no aprendí como debería haberlo hecho”. 

 

Puri ha hecho honor en Gran Canaria al 'nzalang', nombre con el se conoce a los deportistas de su país natal, que traducido al castellano significa 'trueno' en la lengua fang hablada en Guinea Ecuatorial.

 

 

Su integración en la sociedad grancanaria fue completa, gracias a la ayuda de su hermana Trinidad y de su cuñado Rafael Obiang, doctor de profesión. El baloncesto le abrió un camino en el que mostró su garra y lucha personal, abriéndose paso en la isla. Puri se hizo pronto un hueco en el corazón del equipo por su dulce calidad humana, que contrastaba con el poderío físico necesario para convertirse en una de las fortalezas defensivas en Obispo Frías. “Aprendí mucho con mis compañeros. Posiblemente Terry Doerner ha sido la mejor pívot que hemos tenido. Era más alta y muy fuerte; me tocaba entrenar el uno contra uno con ella. Recibí golpes y también los di. Tuvimos nuestros más y menos, pero juntas realizábamos un gran trabajo para el equipo”.

 

No es capaz de hacer distinciones entre plantillas o etapas deportivas vividas en sus años de élite. Pero sí señala a Begoña Santana como la jugadora diferencial que estuvo a su lado. Porque “nos complementábamos muy bien. Yo saltaba mucho, ganaba los rebotes y, de inmediato, le daba el balón a ella. Begoña salía botando a toda velocidad y había que seguirla. En el otro lado del campo volvíamos a conectar. Así logramos muchos puntos. Bego botaba por mí, aunque yo también corría a velocidad. A veces cogía el rebote y luego era la primera en llegar bajo el aro rival para el pase del contragolpe”, recuerda con añoranza.

 

La muchacha que llegó desde la antigua provincia española se había convertido en apenas un par de año en una de las baloncestistas más importantes de la Liga española. “Durante algunas temporadas fui la máxima reboteadora nacional o siempre estaba entre las primeras del ranking, junto a las americanas. Me siento orgullosa de lo que realicé y también muy agradecida por todo lo que me ayudaron mis compañeras, entrenadores y el club. Porque gracias al baloncesto también logré un puesto laboral en Rodrigonsa. Insisto: Si volviera a vivir me gustaría repetir todo lo que disfruté en esta etapa. Todo empezó por conocer a Mingo y a Begoña”.

 

Jugadora internacional con España

 

Y fue tal la proyección descrita por Puri que Chema Buceta, seleccionador nacional español de la época, la citó en dos ocasiones para el equipo absoluto de España. Ese fue otro de los grandes logros de Mbulito, partiendo desde la nada para convertirse en una de las primeras internacionales del club. Aunque “fue una experiencia muy bonita. Primero acudí a una cita como invitada y luego a un torneo en Rumanía. Me gustó el haber jugado con la selección, pero comprendí que no era mi ambiente. Mi equipo era el Kerrygold y en aquel conjunto de España no me sentí totalmente integrada. ¿Por qué?. Noté que no estaba como en casa, entre mis compañeras. Estuvo bien para el club que una de sus jugadoras acudiera al equipo nacional. Noté la diferencia. Me llamaron por mi capacidad defensiva y por el salto para los rebotes”.

 

“Con Domingo, como entrenador, todo era diferente. Es más llevadero”, afirma al hablar de su mentor deportivo. “Todas conocíamos como era y sabíamos qué hacer en cada momento”, explica al recordar a la persona que encauzó su expediente deportivo.

 

El día que ganamos a Semenova

 

“Mi mejor partido posiblemente fue el que jugamos frente al Tintoretto de Madrid. Ese día ganamos y yo cogí el último rebote, quitándoselo a la mismísima Uliana Semenova (mítica pívot letona de 2,13 de estatura). Aquel día hicimos un encuentro magnífico para ganar al equipo que era gran favorito de la Liga. Ella siempre llegaba tarde a la zona porque nosotras le dimos una velocidad tremenda a todas las jugadas. No viví un momento más explosivo como aquel final”, recuerda Puri al hablar de la alegría de sus compañeras.

 

“También me salieron muy buenas actuaciones frente al Coronas de Tenerife, con Cathy Boswell”, explica al recordar que “eran encuentros emocionantes”.

 

 

“Siempre le digo a mis niños que me gustaría volver a vivir toda esta historia en el baloncesto. Ahora tengo vocación de entrenadora, pero quiero enseñar a niñas de menos de diez años. Con ese grupo de edad me entiendo mejor, hacen mucho caso. Me encantan los niños, me gusta enseñar los primeros pasos del baloncesto, … Tengo esa vocación” para desarrollarla, cómo no, en el Rodríguez Monroi.

Javier, Puri, Iris y Miriam; la familia de Mbulito tan apegada al Rodríguez Monroy (C. Torres)

 

“¿Qué tienen esas canchas?. Es el trabajo de las personas que están allí. Todo el que acude a las instalaciones para empezar en el baloncesto quiere repetir. Esa es la magia”, apunta.

 

 

Desde aquel día en el comercio de barrio, a comienzos de los 80, Mbulito se enganchó al balón gigante. “Me siento una canaria más, porque esta ha sido mi tierra desde entonces”, confirma con su acento isleño sin perder matices del origen. El baloncesto fue la nave de su vida y también sus pesares. “A los 28 años debí retirarme porque, con tantos saltos, necesité pasar por el quirófano para una operación de cadera. Volví pero ya no era igual. Ahora tendré que operarme de la rodilla. Pero lo repetiría todo otra vez; que conste”.

 

 

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