Por lo observado en el verano y también en el primer encuentro de la temporada oficial un cambio se ha producido. Desde junio no se ha visto rastro alguno ni secuelas del equipo que invirtió su rendimiento en la pasada segunda vuelta de Primera División, … aquel de las ocho derrotas consecutivas, que tanto llegó a preocupar.

A la salud mental del grupo le hará bien completar un siguiente reto: Volver a probar el sabor de la victoria, sea cual sea el rival que tenga enfrente porque todos los puntos tienen el mismo valor material. Cuando los jugadores de Luis Carrión salten al terreno de juego de Butarque, la UD Las Palmas habrá cubierto 197 días desde su último triunfo oficial, registrado frente al Valencia (2-0) el 10 de febrero pasado.

Habrán transcurrido 6 meses y 15 días desde aquel hecho, cuyas consecuencias podrían reflejarse en los cambios de rostros en el proyecto en un número importante. E, incluso, en el propio concepto de juego con el que el ahora técnico quiere lograrse el revulsivo.

Todo ello se traduce al resultado de los partidos. El equipo, con nombres que también repiten de una a otra campaña, está instalando nuevos valores en su modelo futbolístico y también debe seguir exigiéndose en el factor de corrección que el propio Carrión ha observado, sin titubear al hablar de “mucho margen de mejora”.

Tampoco en el aficionado que acude al Gran Canaria se ha instalado psicosis alguna. Al contrario; el respaldo de 2024-25 es el mismo de un año antes, con solidaridad de apoyo a través de la campaña de abonados y en la única prueba ya registrada frente al Sevilla.

Todos los síntomas observados son saludables y el juego ahora variado también está en sintonía a la crítica … pero ganar es el verbo que hace dormir a pata suelta. Y medio año sin ese sabor es una dura experiencia, quizá reservada en Primera para equipos del perfil de la UD Las Palmas. Los que han de firmar sus conquistas sin esperar otro legado que el propio esfuerzo.