OPINIÓN
La imagen que encabeza este artículo viene ‘como anillo al dedo’. En ella, varios jugadores formados en la UD Las Palmas lucen la indumentaria del CD Tenerife para cubrir en Santa Cruz un encuentro homenaje, posiblemente en el final de 1966-67. Afina para Tinta Amarilla en la localización del tiempo uno de sus protagonistas, Manolo Martín, que junto a Paco Castellano, José Manuel León y Antonio Betancort -este último ya como portero del Real Madrid- se integran en el once. También están Gilberto Rodríguez -ya jugador de la UD- y Justo Gilberto, quien unos días después iba a ser traspasado del Heliodoro al Estadio Insular.
Las frases de Gilberto II al llegar al club grancanario de Primera División, que iba camino de sus dos grandes temporadas históricas, dibujan el correcto clima de la época.
El cuadro se completa con futbolistas blanquiazules como Álvaro Hernández, Adolfo Sicilia, un joven Tigre Barrios de 17 años o el mismísimo Juan Padrón, leyenda futbolística del club tinerfeño y en esos momentos asistente técnico de la entidad. La camaradería y la elegancia entre clubes se respira en esa foto, porque para que esos jugadores amarillos actuaran -la mayoría en funciones militares- necesitaron el permiso de la UD Las Palmas para colaborar con la entidad eternamente amiga. |
Una escena así desmiente por completo el contenido de una parte del spot del CD Tenerife que preside, curiosamente, un político que debió velar por los intereses canarios cuando encabezó la Comunidad: Paulino Rivero. No se trata de un momento casual. La UD Las Palmas acudió en un puñado de ocasiones al rescate del club blanquiazul en sus horas más difíciles. Lo hizo a través de distintas iniciativas y motivos. Recientemente publicábamos el episodio del fichaje de Felipe Martín, entonces desconocido en Primera, para aliviar las arcas del club chicharrero. No fue la única vez. Jugó amistosos con todos los gastos cubiertos por idéntico razonamiento en fechas tan cercanas a las del once propuesto en la alineación de cabecera.
En esos días, un artículo firmado en La Provincia por su jefe de deportes, Antonio Lemus, valoraba la relación entre clubes y aficionados, con ocho futbolistas grancanarios en las filas el CD Tenerife, seis en capítulos de cesiones. “Y Las Palmas corría con los gastos de esos jugadores”, matiza también Martín.
Los lazos de correcta vecindad no deben romperse, aunque cuando rueda el balón cada canario suspirará por lo propio. Seguimos sin comprender ni compartir por qué se eligió un cambio musical en tono terrorífico y el repudio visual a lo amarillo y azul. No es la mejor manera de fomentar la tranquilidad entre aficiones.
Ese rechazo insinuado sólo puede estar en mentes que desconocen la completan realidad de un vecindario futbolístico que quizá no admiten. Al menos en el formato actual.