45 años después de su llegada a la UD a través del Aficionado, disfruta desde este martes de su jubilación tras cubrir distintas funciones deportivas y de intendencia
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Manuel Borrego
Este martes 22 de octubre de 2013 es una fecha especial en la vida de Federico Páez Martín (Las Palmas de Gran Canaria, 18 de febrero de 1948). Porque es el primer día tras su divorcio profesional con la UD Las Palmas después de 45 años desde su ingreso en el club a través del legendario Aficionado, filial de la época. Páez se retiró como futbolista en 1983, disputando su último partido aquel durísimo domingo 1 de mayo, con el 1-5 contra el Athletic de Bilbao que puso fin a 19 temporadas consecutivas en Primera División. Y Páez causa baja definitiva ahora en la UD Las Palmas porque esta vez le llega el turno de su jubilación profesional, tras largos años de batalla en amarillo y azul. No vivirá de espaldas al equipo, porque ese escudo está en sus venas, pero ya no será el empleado más veterano de la entidad.
Le tocó vivir notables momentos de gloria y también de tristeza. Precisamente él fue uno de los jugadores que participaron en el recordado encuentro de semifinales de Copa frente al Sporting, donde tocó techo con la UD Las Palmas en marzo de 1978. "Aquel partido fue importantísimo. Yo salí los últimos minutos, para aguantar, sustituyendo a Brindisi. Perdimos ante un rival que tuvo un comportamiento colosal. Si no es por el tanto de Miguel no sé qué habría pasado porque el Sporting estaba lanzado hacia la remontada. Pero Brindisi marcó un gol extraordinario y al público no le tocó otra cosa que aplaudir a todos los jugadores. Fue una noche memorable en todos los aspectos".
284 partidos oficiales de amarillo
Ese fue uno de los 284 encuentros oficiales de Páez como integrante de la UD Las Palmas, el único escudo que defendió a nivel profesional, con 226 actuaciones en la Liga "siempre en Primera, durante trece años", recuerda con orgullo en su encuentro con Tinta Amarilla.
Pero el isletero Federico, uno de los productos que arribaron al Estadio Insular procedente del Real Artesano, tuvo una segunda vida como profesional del club, que ahora se extingue por voluntad propia. "Después de mi retirada, don Jesús García Panasco me volvió a llamar para trabajar en la Unión Deportiva en 1985. Regresé y tuve como encargo el mantenimiento tanto del Estadio Insular como más tarde de Barranco Seco".
Sin embargo, Páez viviría su momento más amargo después de que la UD Las Palmas entrara en concurso de acreedores y su nombre quedara inmerso en la lista confeccionada por la administración concursal para la aplicación del Expediente de Regulación de Empleo. "Fue durísimo aquello. Sentí que alguien venía de fuera para echarnos de nuestra casa. No me lo esperaba y me marché muy triste. Pero dos años después tuve la oportunidad de conocer a Miguel Ángel Ramírez en un partido de veteranos con motivo de un derbi. Fue todo un caballero. Él no tuvo que ver con el ERE, pero entendió lo que le habíamos explicado. Y, pasado unos días, volvieron a llamarme del club para echar una mano con otras ocupaciones. Le tengo que agradecer a Ramírez la sensibilidad que tuvo conmigo, porque con 57 años de edad en aquel momento estaba la cosa complicada para mí. Sé que también me ayudaron algunos ex jugadores y el vicepresidente Nicolás Ortega en mi vuelta; a todos quedaré eternamente agradecido".
A Páez se le encomendó una nueva función en la entidad: "el encargo que he cubierto hasta hoy mismo es ocuparme de los jugadores del Sur de la isla. Con el vehículo del club hacía hasta 400 kilómetros diarios, cuatro veces el recorrido entre la capital y el Sur de Gran Canaria, incluso hasta Arguineguín. Traía y llevaba a los jugadores del cadete A y B, juvenil B, C y División de Honor. No sé cuantos; hasta el propio Artiles, que ahora ha jugado en el primer equipo, estaba en mi agenda de trabajo, por ejemplo".
Aquella última noche de Olsen en Gran Canaria
El Páez fuera de los terrenos de juego también tuvo vivencias importantes. Porque, por su carácter jovial conectaba bien con jugadores, técnicos, directivos y periodistas. El club le encomendó en 1992 una de las misiones más complejas en su etapa extradeportiva, que le marcaría de por vida. "Me pidió mi amigo, el doctor José María Estévez, que cuidara de Roque Olsen quien, por su enfermedad, tenía ciertas limitaciones de movimientos. Él vivía en el Hotel Iberia mientras residía en Las Palmas; era su costumbre", recuerda con frescura. Páez le ayudaba en todo desde primera hora de la mañana. "Desayunábamos juntos en el hotel, me contaba sus cosas y luego nos íbamos a los entrenamientos. Incluso llegó a dirigir alguno sentado en mi coche cuando ya tenía muy serias dificultades para caminar".
"Olsen era como entrenador un personaje con un carácter muy duro. Impresionaba al futbolista; lo sé también porque yo mismo fui jugador suyo. En el trato cercano, sin embargo, era una persona maravillosa. Tenía una calidad humana enorme; había que conocerle", remarca. Fue Páez la persona que le despidió en Las Palmas de Gran Canaria cuando, ya muy condicionado por su enfermedad, tuvo que renunciar al cargo de entrenador y abandonar la isla para pasar las últimas semanas de vida con su familia en Sevilla.
La última noche de Olsen en Gran Canaria no la olvida. "Le ayudé a secarse tras la ducha y le acomodé en la habitación. Él se sentó al borde de la cama mirando al mar desde el hotel, porque siempre quería una habitación con vistas a la bahía. Me despedí recordándole que vendría a buscarle temprano para llevarle al Aeropuerto. Cuando regresé a las seis de la mañana me encontré a don Roque sentado en el mismo lugar, sin deshacer la cama y mirando fijamente al mar. Estaba exactamente igual que como le había dejado al anochecer. Me impresionó muchísimo porque no había podido acostarse para descansar. Era un hombre muy duro".
Está convencido Páez de que "por su temperamento y por el carácter que imprimía a los jugadores, si hubiese continuado en el equipo aquel año no se habría producido el descenso a Segunda B. Con él se nos fue una persona magnífica que pocos conocieron en profundidad".
Otro de los cometidos personales que afrontó como empleado del club fue la ayuda a Sergio Marrero, cuando éste comenzaba a despuntar en el primer equipo. "Me lo pidió personalmente el entonces directivo Manuel Betancort. Sergio, como yo, es de la Isleta. Y tenía la misión de traerle, llevarle; controlarle en realidad. En aquel momento hizo una temporada magnífica, porque tenía unas cualidades que he visto a pocos futbolistas. Sergio brilló muchísimo y lo hizo tan bien que fue traspasado al Atlético de Madrid. Pero hubo un momento en que, tras su regreso, no pude con él".
"El club me encomendó traer y llevar a Sergio Marrero; en aquel momento hizo una temporada magnífica"
También Robaina y Orlando Suárez fueron objetos de mimos especiales por parte de Páez, "los llevaba a comer al Pagasarri". Sin quererlo, Federico se había convertido en ‘padre adoptivo' de algunos futbolistas, esas misiones invisibles que se realizan en los clubes para que todo funcione en orden.
Y así pasaron los años, renunciando incluso a asumir una parcela técnica en el club porque "aunque estuve haciendo algunas funciones en equipos, pero creí que el banquillo no era lo mío".
El hombre que batió a Iríbar en su debut como profesional en San Mamés, el que fue primero delantero, luego centrocampista y más tarde defensa central, el que estuvo en el banquillo del Bernabéu con Pérez y Pepe Juan en la final de Copa, participante también en la gesta de Bratislava, ... el de 45 años de batalla en la Casa Amarilla, ahora seguirá siendo uno más detrás de la barrera.
Nota remitida por Germán Dévora, presidente de honor de la UD Las Palmas:
"Nunca un reconocimiento a la labor de un profesional será más justa que la que se le pueda hacer a mi amigo Federico Páez, gran profesional y comodín de nuestro equipo. Él valía para todas las cosas que tiene que hacer un futbolista. Dominaba ambas piernas con un excelente toque y no tenía que envidiar a nadie en un terreno de fútbol, pues servía para defender como el mejor y cuando la misión era atacar, ahí estaba haciendo su labor. Y si había que darle de puntera ('puntú' para los canario) era el mejor que le daba. Como persona es comparable con el mejor de todos nosotros, que sabemos que fue Juan Guedes. Creo que con eso lo explico todo, para mí es un amigo de los mejores, que son varios, y a él lo considero como uno de ellos. Sólo, amigo Fede, desearte lo mejor en este nuevo estado donde ya nos encontramos otros compañeros. Bienvenido y un fuerte abrazo"
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